¡Declarémonos culpables!

En el Perú vivimos hace mucho tiempo una constante incertidumbre política y un desorden sistemático. No nos hemos puesto a pensar en algo importante en nuestra sociedad, que es la responsabilidad política que tenemos los ciudadanos al momento de elegir a las autoridades o representantes para los siguientes cinco años, luego de un proceso electoral.

Hemos visto continuas manifestaciones que exigen un cierre del Congreso de la República, e incluso hay descontentos de la población con la gestión presidencial de turno, lo cual se transforma en una desaprobación a la clase política nacional y de nuestras autoridades en los diferentes poderes del Estado.

A todo esto, se nos viene a la cabeza algo interesante y que nos negamos rotundamente a aceptar. Los principales culpables de todo este desorden, somos nosotros mismos; y es lamentable que no lo queramos entender así, más aún porque año tras año seguimos enfrentando las mismas decepciones.

El análisis es simple. Una de las instituciones que ha tenido mayor nivel de desaprobación en los últimos años ha sido el Parlamento nacional. Pero hay que ser francos en esto. ¿Cuántos de los peruanos que vamos a sufragar acudimos ya sabiendo qué candidato al Congreso vamos a elegir? No somos muchos y eso tiene una triste explicación.

En muchas ocasiones, por no decir la mayoría, nosotros vamos con la percepción e idea de votar solamente por el candidato presidencial y cuando se trata de elegir a nuestros padres de la patria sucede que, por descarte, marcamos el mismo símbolo que el de presidente y omitimos colocar el número del aspirante parlamentario, y esto pasa por una cuestionable desinformación.

Esto se traduce en que cuando vemos la juramentación de los nuevos 130 parlamentarios, podemos reconocer a unos que ya pasaron por alguna curul, o simplemente son polémicos; pero luego, existe una amplia mayoría que no sabe ni cómo llegó ahí, no se conoce ni credenciales, ni mucho menos antecedentes; es ahí que nos damos con las sorpresas de que algunos fueron ex sindicalistas o gente ligada al terrorismo y así, como ya lo hemos visto en este último Congreso.

Lo lamentable de esto, es que siempre salimos a exigir un cierre del Congreso expresando la inconformidad permanente que existe sobre esta institución, sin embargo, esto es más un síndrome de lavacaras, básicamente como si fuera un intento de librarnos de las culpas por no estar informados antes emitir un voto y no asumir que somos los principales culpables de la podredumbre política que cada vez va aumentando.

Así como eso, en estos últimos periodos presidenciales hemos elegido a quienes han representado esta ridícula hipótesis del mal menor, teoría sin sentido fomentada por la clase caviar de nuestro país que ha terminado colocando siempre a quienes, supuestamente, marcarían la diferencia y la solución a la mediocridad política y terminaron impulsando más esta pandemia que existe en el Perú.

Y esto se traduce en que la ciudadanía nos hemos dejado llevar por discursos baratos, como “Fujimori nunca más”, y el absurdo cuento del candidato del pueblo. Todos estos discursos son fomentados por la izquierda socialista que, en lugar de buscar mejoras para una patria accidentada, se ha dedicado a poner en el poder a gente de su antojo para poder infestar las instituciones del Estado. Y esto lo logran alimentado la mediocridad electoral y la desinformación antes y al momento de sufragar.

La verdadera solución para esto es simple y debe empezar uno mismo. Debemos tomarle más interés, como ciudadanos, al ejercicio de sufragar, ir informados y conociendo los perfiles de quienes se están presentando, así como el modelo de gobierno que quieren desarrollar. Así, quizá no nos estemos lamentando meses después de que tengamos malas autoridades por no haber sabido elegir correctamente a quienes llevarán el futuro de nuestro país.