Carlos Adrianzén

¿De dónde pecatas meas?

La rapiña histórica que caracteriza a la burocracia peruana

¿De dónde pecatas meas?
Carlos Adrianzén
28 de mayo del 2025


En pocas semanas comenzará la fiesta. Los candidatos a un puesto remunerado en el poder Ejecutivo y Legislativo nos ofrecerán de todo. Desde una Seguridad Ciudadana de Primer Mundo, y/o un régimen de Salud de alta calidad; y/o una jubilación digna; y/o una Educación Competitiva; y/o todas las infraestructuras que hoy se dicen postergadas. En fin, todo lo que les pueda servir para conseguir su voto. Ofreciéndoles que, desde el poder, ellos – esta vez sí–  le cubrirán holgadamente esa(s) necesidad(es).

Buscando aprovecharse de nuestra ignorancia, nos venderán las bondades de una Economía del Bienestar al estilo finés –capitalista-, o al estilo cubano –comunista–. Así como todo tipo de dádivas presupuestales a ser financiadas con el hiper desgastado recurso de ampliar la base tributaria. 

Mientras, más discretamente, le ofrecerán a sus parientes, allegados y equipos de campaña, algún generoso puesto de trabajo o rol de proveedor en alguna empresa estatal (que no pocos consideran como ya casi desaparecida). Pero, acaso los candidatos a ocupar estas decenas de puestos en el ejecutivo y legislativo serían solo otra recua de fanfarrones, avispados y siempre decepcionantes… ¿podrán responder la pregunta central de este artículo? ¿De dónde pecatas meas? y/o ¿existirán los recursos para cumplir con todos estos compromisos?

Bueno pues, las cifras le aclararán el panorama. Una larga interrogante resulta clave aquí: ¿Dada la política económica prevaleciente, su inercia, y dado el previsible costo de los ofrecimientos, podrán cumplir (al menos en los tres primeros años del próximo gobierno)? 

Parafraseando al buen Milei argentino, ¿en tiempos donde las tecnologías más competitivas resultan cada vez más costosas… habrá plata? 

 

Pecatas meas I: la elusiva economía del bienestar

Sobre la llamada Economía del Bienestar –eso de que la burocracia nos provea de lo básico y bien– se ha escrito mucho… y supuesto mucho más. Esta idea puede resultar sensata en una economía con altas libertades, como las nórdicas. Naciones libres, ergo ricas y poco corruptas. Que disponen de los recursos tributarios para ofrecer a sus ciudadanos servicios básicos impecables. 

En cambio, en naciones latinoamericanas y africanas, esta idea –llevada al absurdo totalitario marxista– puede buscar exacerbar contradicciones. Con alta opresión, son pobres y muy corruptas. No disponen ni siquiera de una fracción mínima de los recursos tributarios requeridos para ofrecer a sus ciudadanos servicios básicos (en salud, seguridad, infraestructura, educación, o planes previsionales) aceptables.

El gráfico A nos explica que, en el caso peruano 1970-2024, lo exiguo de los recursos recaudados, reflejo de nuestra pobreza (y el reducido crecimiento económico de largo plazo peruano), combinado con la prostitución de nuestra gobernanza burocrática, nos aseguran mucho malestar. Gastando una porción similar en Salud y Educación a la que gasta presupuestalmente una nación rica, como Suiza, Singapur o los Estados Unidos, nosotros asignamos por habitante menos del 5% de lo asignado por ellos.

Aun reconociendo que el 21% del PBI actual ya rozaría la friolera de 63.6 billones de dólares corrientes, dado el despilfarro asociado a la corrupción e ineficacia de nuestra burocracia, la frustración cotidiana resulta lógica.

Pero la realidad muerde: para ofertar hoy en el Perú –masivamente– una Salud, Educación, o infraestructura de alto costo, no hay de dónde pecatas. Ergo, aplicar hoy la receta de Economía del Bienestar en el Perú resulta hoy toda una gala de ignorancia; no solo sobre lo que enseña la Teoría Económica; sino sobre lo que hoy dibuja nuestra propia realidad. Cuando le oferten electoralmente darle de todo, no se deje tontear.

 

Pecatas meas II: los chanchos no vuelan

Téngalo muy claro: no tenemos casi nada de Nación Libre. Las ideas del socialismo–mercantilista han moldeado el Perú actual. No nos ayuda haber sido formados como ciudadanos creyentes en las soluciones fáciles e inmediatas. 

Nos han hecho creer, desde el jardín de la infancia hasta en los posgrados locales, que somos ricos y libres. Algo así como creer febrilmente que los chanchos vuelan. Y que todos nuestros sueños pueden ser alcanzados persiguiendo la peregrina idea de la ampliación de la base tributaria. 

Nos engañan machacando que, como los ricos no pagan, bastaría con castigar más las inversiones y la formalidad. Los datos en la Figura B abofetean esta malhadada creencia. 

Nos caracteriza, desde hace más de medio siglo, un ratio de presión tributaria opaco, y destructivo (asociado a mediocres niveles de inversión privada).

Consistentemente, el MEF y el congreso, han optado por tratar de recaudar a la fácil. Es decir, más a rajatabla y sobre los exitosos. El resultado ha sido dual. Por un lado, las fugas de capitales y la informalidad han florecido; y por otro, no han ampliado la base. Entre regímenes de izquierda y centro izquierda, la recaudación tributaria crece a un ritmo penoso. 

Con una tasa de crecimiento anual de apenas el 2% per cápita en dólares del 2015, entre 1971 y el año pasado, que no amplía casi nada. Ofrecen ampliar la base y fracasan. El corolario aquí implica la recurrencia de efímeros y corrosivos déficit fiscales y sus subsecuentes periodos de ajuste. Se trató y se volvió a tratar, pero nunca hubo de donde pecatas mías.

 

Aquí sí hay sacristía. La cima del abuso 

Dada la rapiña histórica que caracteriza a la burocracia peruana desde que esta se mide (ver los índices sobre Corrupción Burocrática publicados por Transparencia internacional o el Banco Mundial), nuestros burócratas han mantenido su guardadito: las empresas estatales. En ellas, enfocando por ahora solo a las no-financieras, se han dispuesto en la última década la gestión de alrededor de 111.9 miles de millones de dólares americanos del 2015. Que tal guardadito burocrático…

Fríamente podríamos decir que los recursos no alcanzarán para cumplir con ofrecimientos en Seguridad, Salud, Educación, o infraestructura; pero, para regalar puestos, consultorías o proveedurías, la cosa resultaría más dudosa. El caso de la poderosa Petroperú nos debe llevar a mayores reflexiones. 

Para que florezca la corrupción burocrática sí hay plata. Como en Cuba, Brasil, México, o Venezuela, toda una cima del más escandaloso abuso.

Pero entonces… 

 

¿Hay pecatas meas?

En las próximas elecciones, el reto de los candidatos, honestos y capaces, al Ejecutivo y al Congreso resultará enorme. Los desafíos de aplicar un esquema impecable de Economía del Bienestar; de ampliar significativamente la base tributaria; o de desmontar arraigados botines políticos, implican una tarea impopular. Tengamos en cuenta que las pócimas de Economía del Malestar – marxistoide–  en naciones estancadas a lo largo de Latinoamérica, resultan opciones muy populares. Y que hoy no hay plata o pecatas.

Note, por otro lado, para los centenares de los otros candidatos (deshonestos e incapaces), la camita de barro estaría servida. Para ellos, desafortunadamente, el gobierno saliente ha dejado muchas pecatas.

Como regalo de cierre le ofrezco una guía electoral de bolsillo. 

Cuando conozca un candidato que le ofrezca una obra o dádiva encandiladora, pregúntele “de dónde pecatas meas”. 

  • Si le ofrece la práctica fácil – inflar presupuestos en Salud, Educación o Seguridad Ciudadana, sin recortar gastos estatales de otros lados–  se está riendo en su cara. No vote por él o ella.
  • Si lo hace además ofreciéndole ampliar una base tributaria que no crece significativamente desde los oscuros tiempos del Velascato, el aludido tiene una cara muy dura. No vote por estas ideas.
  • Y si, discretamente, el candidato evita enfocar el cierre de botines burocráticos impúdicos como Petroperú, Cofide o el Banco de la Nación, o les habla de su valor dizque estratégico, también en privado, se está conteniendo las carcajadas. Vote por otro.
Carlos Adrianzén
28 de mayo del 2025

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