César Félix Sánchez

Coronavirus: ¿quién pagará la factura?

Es evidente que vendrá una gran recesión mundial

Coronavirus: ¿quién pagará la factura?
César Félix Sánchez
24 de marzo del 2020


El enigmático Gobierno de Martín Vizcarra ha logrado, mal que bien, imponer la cuarentena en el informalísimo Perú, lo que significa su segundo triunfo político luego de su supervivencia misma, especialmente después del
putsch de septiembre. Aun si quisiéramos atribuir esa circunstancia a los grandes despliegues mediáticos del Gobierno –destinados a cautivar a cierto sector de la opinión pública, particularmente limeña– también sería tal operación un triunfo. Reflejado, por ejemplo, en la aceptación pacífica y acrítica por parte de los sectores opinantes de una grotesca encuesta reciente sobre la cuarentena, ¡realizada durante la misma cuarentena!, y que demuestra un supuesto apoyo masivo a esta medida y una subida sorprendente en la aprobación del presidente. Sea lo que fuere y, más allá de la tragedia de estos días –este virus mortal y la cuarentena– quisiera reflexionar un poco sobre los escenarios políticos posteriores, que tienen cierto potencial para ser, Dios no quiera, más insidiosos que la misma peste que los provocó.

Toni Timoner, en una nota en la revista mexicana Letras Libres, sostiene con gran lamento que el «Covid-19 es la puntilla a la globalización. Lo que la crisis de 2008-2009 y la revuelta identitaria no habían logrado en una década, un virus lo va a conseguir en meses», lo que significaría la reivindicación del individualismo geopolítico de Trump y el desprestigio de las democracias liberales posmodernas y del comercio masivo internacional como único criterio compartido entre las naciones. En cifra: el fin o la ralentización sine fine del globalismo mundialista. Nosotros no somos tan optimistas.

Es evidente que vendrá una gran recesión. Y que un sinnúmero de empresas podrían quebrar. ¿Quién saldrá al rescate? Pues evidentemente los estados. ¿Y quién rescatará a los estados? He ahí la pregunta del millón. O del millardo. ¿Quién tendrá suficiente poder para hacer funcionar la maquinita a tan alto nivel y sin dudas ni murmuraciones? Nada más ni nada menos que los organismos multilaterales. Decía Henry Hazlitt que el gran fabricante de inflación en el mundo era el Banco Mundial. Y el único «autorizado», añadimos nosotros.

Si queremos saber qué medidas se tomarán para restañar el daño de la recesión global que se avecina, lo más certero es fijarnos en experiencias históricas semejantes. Y la más cercana es la conferencia de Bretton Woods de 1944, en la que los aliados occidentales planificaron la reconstrucción de Europa luego de la guerra. De allí salieron no solo el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, sino el abandono definitivo del patrón oro y su reemplazo de facto por el dólar, cuyo sustento, como sabemos, se basaba en los portaviones, en los B52 y en las bayonetas que se abrían paso en Normandía y en el Pacífico. ¿Se avecina un nuevo Bretton Woods –esta vez quizá, en torno al Banco Central Europeo y a frau Merkel– que afiance una economía-ficción al servicio de una superburocracia de ideólogos? Está clarísimo que todo nuevo ordenamiento económico global requerirá un gran poder político global que lo sustente, como en 1944. Y eso significará una nueva –y quizá definitiva– hipoteca de la soberanía de los estados, ávidos de préstamos generosos.

La gran disyuntiva que el coronavirus abre a los ciudadanos de los países de Occidente es si están dispuestos a tolerar una disminución en su calidad material de vida a cambio de conservar su soberanía. Quizá el coronavirus acabe por «disciplinar» a las fuerzas antieuropeístas y antiglobalistas que amenazaban los consensos imperantes con la mala costumbre de ganar elecciones y tener arraigo popular. Porque el Occidente moderno ha cumplido la profecía de Alexis de Tocqueville, convirtiéndose en un conjunto de «hombres similares e iguales que dan vuelta sin tregua sobre sí mismos para procurarse pequeños placeres vulgares con los que dan satisfacción a su alma», ante la mirada de «un poder inmenso y tutelar, absoluto, minucioso, regular, previsor y amable que busca fijar a los hombres en la infancia. Y que quiere que los ciudadanos lo pasen bien, siempre y cuando no piensen en otra cosa que pasarlo bien».

César Félix Sánchez
24 de marzo del 2020

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