Conflicto permanente en la Zona Gris

En un escenario geopolítico caracterizado por la volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad (VUCA, en inglés), surge el concepto de Zona Gris para explicar los conflictos internacionales. Un concepto de los años 1990, sobre un espacio que no encaja en categorías tradicionales de paz o guerra, evocando la Guerra Fría en un mundo globalizado, tecnológicamente avanzado, ideológicamente diverso.

La Zona Gris en las relaciones internacionales se ubica entre la paz convencional y el conflicto armado, donde los Estados utilizan tácticas multidimensionales, deliberadamente ambiguas en lo político, económico, social e incluso militar, con acciones simbólicas para evitar respuestas contundentes. Las acciones se desarrollan en la frontera entre lo pacífico y la amenaza directa, evitando respuestas militares inmediatas, controlando cualquier escalada para colocar al oponente en posiciones incómodas, limitando sus opciones. Es un juego sutil, donde una respuesta bélica sería percibida como desproporcionada frente a acciones indirectas difusas.

La identificación de actividades hostiles no es clara y las respuestas estratégicas se solapan por debajo del umbral de violencia política que definiría un conflicto armado menor, según el Uppsala Conflict Data Program. La ambigüedad intencional hace difícil identificar las actividades hostiles y formular respuestas estratégicas.

Los conflictos en la Zona Gris se caracterizan por el empleo intencionado, multidimensional e integrado del poder político, económico, social, informacional y diplomático con acciones militares simbólicas para intimidar y marcar territorio. Las estrategias abarcan el respaldo a gobiernos o grupos políticos contrarios para generar confusión, acciones mediáticas, apoyo político o financiero para agudizar divisiones internas, debilitando al adversario. Las operaciones para influir en la opinión pública internacional, cada vez más comunes, construyen narrativas a través de terceros para deslegitimar las instituciones del rival.

Los ciberataques contra entidades públicas, privadas o acciones agresivas de inteligencia sirven para amedrentar y generar confusión, incluyendo el asesinato de opositores o desertores y agresiones como la muerte de Navalny en Rusia o el caso del asesinato en Chile del venezolano Ronal Ojeda.

Las guerras Proxy o por encargo, implican apoyo militar a Gobiernos o actores no estatales en contra de un rival estratégico. Así, un país aliado cruza la zona gris con un enfrentamiento armado contra el adversario del promotor indirecto del conflicto, quien obtiene ventajas, práctica usada por Irán.

La estrategia de “hechos consumados” busca alterar el statu quo con acciones contundentes como la anexión de Crimea a Rusia con un referéndum o la construcción de islas en el mar del sur de china para marcar su presencia y control. También se realizan acciones sucesivas, aparentemente aisladas, evitando respuestas militares inmediatas.

Las prácticas de coerción comercial y financiera sirven para presionar políticamente, con medidas que restringen el comercio de productos o sanciones económicas que merman la economía del rival. Podemos incluir también las acciones “soft” de China, ganando territorio comercial en otros continentes para lograr su hegemonía.

En un entorno global polarizado, las superpotencias crean alianzas, colaborando en las guerras en curso, con nuevos conflictos altamente probables. En este escenario de guerra, las coaliciones son difusas intentando solaparse, con actores disfrazados en ambos bandos: democracias con estrategias poco democráticas y el bloque autoritario.

La Zona Gris dificulta la formulación de respuestas y políticas claras, aplicando tácticas de adaptación continua para evitar conflictos armados, con escenarios que evolucionan constantemente. En el contexto del realismo ofensivo, el mundo enfrenta una Zona Gris permanente con estrategias multidimensionales ambiguas y bloques aliados que desestabilizan no solo al adversario, desencadenando conflictos globales.