Heriberto Bustos

Con la dignidad no se juega

Es el pilar de la moralidad y el respeto

Con la dignidad no se juega
Heriberto Bustos
13 de febrero del 2025


Albert Einstein, en sus reflexiones sobre la ética, nos dejó el siguiente mensaje: “Solamente la moralidad en nuestras acciones puede darle belleza y dignidad a la vida”. Esta afirmación es válida, pues la dignidad no es otra cosa que el respeto que una persona siente por sí misma y por los demás. Nos referimos, en esencia, a la consideración que debe existir hacia los derechos en general. Una persona indigna es aquella que no se respeta a sí misma o que no respeta a los demás.

A propósito del tema, recuerdo un episodio que viví en la década de los setenta. Fui a cobrar mi sueldo en una ventanilla del Banco de la Nación en Cusco. Al recibir los billetes y monedas, agradecí y me dispuse a retirarme, pero el cajero me detuvo y me dijo: “Un momento, profesor, faltan algunos céntimos”. Le respondí que no era necesario preocuparse por tan pequeña cantidad, pero su respuesta me dejó una gran lección que me acompaña hasta hoy: “Aquí tiene las monedas que faltan, lléveselas y, por favor, déjeme mi dignidad”. Salí del banco con los céntimos que me correspondían, y él, al conservar su dignidad, me permitió mantener la mía. Eran tiempos en los que los valores aún nos acompañaban y constituían la base de una vida colectiva en armonía.

Muchas veces, frente a un problema que sentimos que afecta nuestra honorabilidad y amenaza nuestras convicciones, reaccionamos impulsivamente, temerosos de que nuestro frágil andamiaje de percepciones se desmorone. Sin embargo, también podemos optar por una postura proactiva: entender la verdadera naturaleza del problema y afrontarlo con decencia, inteligencia, respeto, compromiso y, sobre todo, fortaleza. Como bien señaló Angela Merkel: “Cuando hablamos de dignidad humana, no podemos hacer concesiones”.

En este sentido, cabe reflexionar sobre las denuncias formuladas por la administración del gobierno de Donald Trump acerca del supuesto mal uso de fondos de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). Dichos fondos, destinados a ayudar a poblaciones en distintas partes del mundo, habrían sido objeto de manejos irregulares, lo que motivó investigaciones sobre diversas organizaciones públicas y privadas que recibieron estos recursos. En el Perú, hemos sido testigos de intentos de desviar la atención, apelando a argumentos como que el retiro de esta ayuda generaría un “vacío de poder” y beneficiaría a China. Paralelamente, se ha recurrido a la conocida estrategia comunicacional de “la mejor defensa es el ataque”, incentivando confrontaciones internas. Sin embargo, el verdadero desafío para los involucrados es más simple: demostrar que las acusaciones carecen de fundamento y, en caso contrario, asumir con humildad, coraje y voluntad los cambios necesarios para corregir sus errores.

Una actitud de autocrítica y responsabilidad no solo ayudaría a restaurar la confianza en estas organizaciones, sino que también contribuiría a la recuperación de la dignidad nacional, profundamente afectada por personajes que, desde posiciones de poder, se resisten a comprender que el verdadero sentido de vivir en sociedad va más allá de intereses mezquinos y exige, como mínimo, un compromiso con la dignidad.

Tal vez este caso sea solo la punta del iceberg. Es posible que recién se estén haciendo públicos los desórdenes en la administración de recursos comunes y que, en poco tiempo, salgan a la luz muchas otras irregularidades. No se trata únicamente de los fondos de USAID, sino de numerosas organizaciones extranjeras que, en su afán de imponer agendas propias, han utilizado instituciones nacionales como instrumentos para sus fines. En muchos casos, estas organizaciones han descuidado el seguimiento del uso de sus “inversiones”, favoreciendo así la corrupción.

Es cierto que algunas entidades, al recibir financiamiento externo o interno, actúan con responsabilidad y respeto por el bien común. No obstante, aquellas que han cometido faltas no deberían exigir pruebas de sus malos manejos; esto carece de toda ética. Son los propios implicados quienes deben rendir cuentas, sin olvidar que el respeto, una vez perdido, solo puede recuperarse con acciones, no con palabras. Como decía Bakunin: “La libertad, la moralidad y la dignidad humana del individuo consisten precisamente en que haga el bien, no porque esté forzado a hacerlo, sino porque libremente lo conciba, lo quiera y lo ame”.

Ha llegado el momento de señalar con firmeza a quienes han mancillado el nombre del país. Este gesto, por sí solo, constituye un primer paso hacia la recuperación de la dignidad nacional, tan dañada por políticos, funcionarios y gobernantes que han abusado de su poder. Es hora de autoconvocarnos, recuperar los valores a través de la práctica y demostrarles a quienes actúan sin escrúpulos que el futuro y la dignidad de una nación no son un juego.

Heriberto Bustos
13 de febrero del 2025

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