Jorge Morelli

Cómo, en simple, es posible la igualdad

No hay libertad ni igualdad sin gobernabilidad

Cómo, en simple, es posible la igualdad
Jorge Morelli
13 de febrero del 2019

 

La igualdad de oportunidades es el signo de esta era de la humanidad. Para que haya igualdad, sin embargo, primero tiene que haber libertad económica. Y para que haya libertad tiene antes que haber gobernabilidad política. Es más, esa gobernabilidad política tiene que ser democrática.

Jamás habrá igualdad de oportunidades si no existe primero una economía libre capaz de acumular un excedente importante que, una vez recaudado sin anular la acumulación, sea destinado a ofrecer salud y educación básicas. La base de la pirámide, no obstante, es la gobernabilidad. Porque solo un marco institucional de reglas claras y conocidas puede hacer posible la seguridad jurídica y ciudadana. Y esto es lo que permite que la economía sea libre, sin la interferencia arbitraria del poder político de turno.

Estas son evidencias que no necesitan demostración. No en balde son, al mismo tiempo, las tres etapas de la historia del Estado moderno. El Leviatán, el Estado absolutista de Thomas Hobbes, funda la gobernabilidad en la única forma en que podía ser entendida en su tiempo, con el fin de poner fin a las guerras europeas de religión. Su famosa sentencia “la autoridad, no la verdad, hace la ley”, casi incomprensible para los hombres de hoy, significó un salto inmenso hacia la modernidad, que hizo posible la libertad de conciencia. Significa, en realidad, que cada uno puede pensar en conciencia lo que mejor prefiera, pero de este lado de la realidad se cumple la ley.

La libertad fundamental de la sociedad civil y la defensa del ciudadano ante el absolutismo del Leviatán de Hobbes es el segundo salto cuántico en la historia del Estado y el segundo piso de la pirámide. La obra de John Locke Segundo Tratado del Gobierno Civil (1690), son los hombros sobre los que se levanta la obra de Adam Smith, y la idea de “mano invisible del mercado” —en la Teoría de los sentimientos morales (1759)— como el modo más eficiente de asignar los recursos de la economía. Pero eso solo es posible si existe el fundamento de la gobernabilidad. Smith ya vivía en un mundo —la Inglaterra del siglo XVIII— en que se podía dar por sentado el marco institucional para garantizar la seguridad jurídica y la propiedad. Smith casi no lo menciona, porque no puede haber economía libre en un mundo en que los cimientos políticos no existen.

Estos dos pisos de la pirámide son los que hicieron posible el tercero, nacido de parto violento en las revoluciones europeas de los siglos XVIII, XIX y XX, en nombre de la igualdad. El nombre de Karl Marx hasta hoy conlleva ese significado. Entendida como igualdad de oportunidades para todos, que es su único significado posible, hoy es el signo de esta era en todas las sociedades sobre la faz de la Tierra.

Pero el marco institucional es la gobernabilidad misma y en una mayoría de economías emergentes de hoy alrededor del globo simplemente no existe. ¿Cómo entonces puede haber libertad económica e igualdad de oportunidades? En una democracia de baja gobernabilidad, no es imposible rediseñar el marco institucional, pero el peligro acecha. El Estado interfiere al mercado y traba la asignación de recursos. No hay libertad económica.

No obstante, en nombre de la igualdad, el poder político hallará moralmente justificado distribuir excedentes que no existen creando impuestos arbitrariamente, endeudándose imprudentemente o aumentando exponencialmente la cantidad de dinero. Hará todo eso junto y no se detendrá hasta echar mano de cualquier fuente —el narcotráfico o la minería ilegal están a la mano entre nosotros— hasta que la farsa sea insostenible y sobrevenga el colapso final. Esto ocurre hoy en Venezuela. Pero, salvando las distancias, nos sucedió antes a nosotros.

Aun en el Perú de hoy, sin embargo, como en la mayoría de las naciones emergentes, el sistema es invisibilizado en su conjunto. Solo se percibe cada una de sus partes por separado, sin relación entre sí. En nombre de la igualdad queremos duplicar el presupuesto de salud y educación públicas, pero no se repara en que esta consecuencia tiene su causa en una economía que crece. Y menos aún se repara en que la economía no puede crecer libremente en un marco institucional precario, inestable, donde la falta de seguridad jurídica permite sustraer la propiedad.

La Constitución del Perú establece que “la iniciativa privada es libre”, y el principio constitucional se viola impunemente todos los días en todos los niveles de gobierno. Hay que volver a los fundamentos: no hay igualdad sin libertad y no hay libertad sin gobernabilidad. Es simple.

 

Jorge Morelli
13 de febrero del 2019

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