Hugo Neira

Colonialidad. Cuba y Maduro

Venezuela es hoy una colonia de Cuba

Colonialidad. Cuba y Maduro
Hugo Neira
03 de marzo del 2019

 

Con el recuerdo de Anibal Quijano.

 

Hay en Santiago de Chile un diario, El Mercurio, chapado a la antigua, pero con juicios secos y veraces. En su edición del 02/03/19, Hernán F. Errázuriz comenta lo ocurrido en la frontera de Colombia y Venezuela, observando que «la reunión en Cúcuta no alcanzó las repercusiones que se esperaba». «No ha habido manifestaciones incontenibles para ingresar la ayuda humanitaria, ni masivas deserciones de militares bolivarianos. De los más de mil generales del Ejército venezolano, ninguno desertó».

Por otra parte, un diario virtual, esta vez argentino, publica la lista de militares cubanos que residen en Venezuela. Ese diario había entrevistado al teniente coronel de la Guardia Nacional de Venezuela, José Antonio Colina Pulido, que ha denunciado, a nivel internacional, la injerencia del actual régimen cubano en Venezuela. «Ha llegado al punto de tener efectivos militares que en un momento de tensión pueden atentar no solo contra las Fuerzas Armadas venezolanas con la finalidad de neutralizarlas, sino también en contra del pueblo de Venezuela».

Petróleo y militares cubanos en Caracas van juntos. Se conoce con nombre propio la jefatura del Estado Mayor poblada de cubanos. Entre los más conocidos, el general de División Leonardo Adollo, 60 años, que estuvo como teniente en Angola, segundo jefe de Estado Mayor de las FARC en Cuba. Dirige en Venezuela la «Operación Bastión», que consiste «en el plan que realizarían los batallones cubanos estacionados en Venezuela, en caso de emergencia ante cambios políticos» (Diario La Mira, Buenos Aires).

En cuanto al petróleo, es sabido que la Venezuela de Maduro envía a Cuba cantidades de barriles por día, unos expertos afirman que 90,000 (diario El Nacional) y otros, 55,000. El crudo llega a La Habana pese a los problemas económicos y sociales de la Venezuela actual. No hay ganancia, sino el petróleo como forma de pago por la tutela militar cubana. O sea, eso va a durar mientras haya petróleo.

La Cuba de Fidel Castro no pagó nunca la inmensa ayuda que recibieron antes de la caída del Muro de Berlín. En la Cuba de entonces se vivía muy bien porque el Tío Iván —entonces soviético y no ruso— ponía la plata. La isla era un escaparate, una vitrina, una cámara de comercio que asombraba a los visitantes, en particular los sudamericanos, por el éxito del modo de producción socialista. No lo había. Cuba era un protectorado soviético, importante al estar a tiro de la Florida. Un cuchillo en el cuello del Tío Sam. Y cuando esa renta cesó, la pasaron muy mal. Hoy la lista de militares cubanos, en Internet, da la vuelta al mundo. El General de Brigada Alejandro Rondea Marrero, cubano, quien reporta a Hugo Carvajal, «actualmente, máxima autoridad de la inteligencia nacional». Venezolana. Con sinceridad, veamos la actual situación venezolanocubana.

No podemos seguir mirando el tablero de poder de la América Latina con los criterios de la Guerra Fría. Ese mundo bipolar —la URSS y el Occidente capitalista— ya no existe. En esa época, los dos grandes se entendían y no hubo una guerra nuclear. Y lo que ocurriese en el Tercer Mundo les importaba poco. Esa fue la época de las dictaduras militares, las más feroces, en la América Latina. Rafael Leonidas Trujillo, dominicano. Videla y su Junta, en la Argentina. El caudillismo dictatorial, un mal endémico. Y como sabemos, aparece una corriente literaria. El ciclo sobre los tiranos sudamericanos, Miguel Ángel Asturias con El Señor Presidente, en 1967. Había escrito Hombres de maíz y Mulata de tal, pero esa novela lo lleva a la fama y al Nobel literario. Alejo Carpentier, dos obras, El siglo de las luces, y El recurso del método, en 1974.

La obra de Carpentier, aunque embajador de Cuba, es paradójica. Su personaje central, Víctor Hughes, francés y revolucionario, se asemeja enormemente a los líderes sudamericanos que transfieren conceptos europeos a la América Latina, produciendo infiernos y no paraísos. Y lo de «recurso», es también mofa. El dictador no tiene el discurso del método, eso fue el filósofo Descartes, sino «recurso», o sea, la maniobra, la maña. Fue y es una literatura prodigiosa. Mario Vargas Llosa, La Fiesta del Chivo (2000). García Márquez, El otoño del patriarca. Y Yo el Supremo, la novela del escritor paraguayo Augusto Roa Bastos.

La novela de los dictadores es “el realismo mágico”, pero también una lúcida reseña histórica. Para Roa Bastos, a quien conocí (era profesor en Toulouse), «el Supremo es José Gaspar Rodríguez de Francia, que al cerrar las fronteras, es el fundador de la nación paraguaya». Y eso lo decía un exilado por Stroessner. Hay algo en común en los tiranos del ayer: su estabilidad. Rafael Trujillo, personaje de la novela de MVLl, gobernó de 1930 a 1961. Cuando no tenía la presidencia, era porque había puesto a sustitutos. «La era Trujillo». Mantenían un orden.

¿Qué eran esos dictadores? Incluyendo al argentino Videla. Dictaduras «duras y malvadas», pero nacionales. A la Venezuela de Maduro la apoyan gobiernos semipopulares y semitiránicos, la Rusia de Putin, Irán, la Turquía de Erdogan —otro caudillo populista— y la potente China. Mañana podemos tener de vecinos a los iraníes. ¿Qué bueno, no? El Islam duro, en los riñones. Maduro y la geopolítica a niveles caribeños.

Venezuela es hoy una colonia de Cuba. Me saco el sombrero ante los hermanos Castro, ¡vaya golpe! La pequeña isla, capital del territorio venezolano. Chávez y Maduro han cometido el más grave de los atentados a su patria y a toda la América Latina. Han reinventado el colonialismo. Y pensar de que se inspiran en Bolívar, anticolonialista per se. Van a entregar Venezuela al mejor postor. ¿Tiranos? Peor que eso. Vendepatrias.

 

Hugo Neira
03 de marzo del 2019

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