Manuel Gago

Cien años después y la prensa seguirá azuzando

Todo sigue partidarizado, de clase, de grupo o de intereses propios

Cien años después y la prensa seguirá azuzando
Manuel Gago
19 de marzo del 2018

 

A tres años del Bicentenario, Perú se encuentra en su peor momento político debido a las declaraciones de Jorge Barata, de la constructora Odebrecht, empresa que le dio dinero a medio mundo para realizar obras públicas. Al preguntarnos cómo así llegamos a esta situación de vergüenza, se responsabiliza al expansionismo ideológico, desde el Foro de Sao Paulo (1990), que propuso imponer una política hegemónica para Latinoamérica. Con Inácio Lula da Silva, el superhéroe del socialismo continental, y el Partido de los Trabajadores (PT) se organizó un enorme aparato corruptor, junto a las constructoras mercantilistas brasileñas, Petrobras y el Banco Nacional de Desarrollo (BNDES).

Todos esos empresarios sabían que con “por la plata baila el mono”, y que los candidatos presidenciales, y de cualquier acto electoral, son capaces de vender su alma al diablo por un spot más en la tele y un panel inmenso en la vía pública. Y así, los presupuestos de las campañas electorales se multiplicaron exponencialmente para la alegría de los medios de comunicación, asesores de imagen y publicistas. Las militancias partidarias desaparecieron y se impusieron las portátiles y toda una parafernalia que transformó totalmente la idea de la política. En los partidos ya no existe quien mueva un dedo por un ideal superior. El diseño perverso de Odebrecht calzó como un guante en la política peruana.

Desde antes, la estructura moral del país ya estaba en cuestión. No por gusto, en el colegio, los maestros acuciosos recuerdan a Jorge Basadre y su célebre sentencia: el Perú es más grande que sus problemas (1931). También, quienes tuvieron alguna formación política fueron prevenidos sobre la pus que salta donde se pone el dedo. De esta manera, el anarquista Manuel González Prada, en 1888, definía la triste realidad peruana, Una definición todavía vigente. Lamentablemente la historia no ha sido útil para corregir las situaciones adversas. A la política no se le ocurre enmendar la dirección del país con una visión de prosperidad con justicia y libertad. Todo sigue siendo partidarizado, de clase, de grupo, de intereses propios. Luchando unos contra otros, en lugar de organizar encuentros.

Los medios de comunicación han servido para instrumentalizar los intereses de los avasalladores. Se alienan por la política menuda, la militante, incendiaria y despiadada, tal como en 1932. Por entonces, el Congreso aprobó una ley “para movilizar legalmente las fuerzas vivas de la nación contra el ciudadano que osara desobedecer las órdenes y decretos del Gobierno”. La Ley de Emergencia Decreto Nº 8505, del 1 de enero de 1932, del Gobierno de Luis Sánchez Cerro —que fue festejada por la casi misma oligarquía de estos días— sirve para perseguir a Víctor Raúl Haya de la Torre. Durante la clandestinidad, Haya le escribe a un amigo en París que “el ladrido de los perros es más humano que el azuzar infame de la prensa”. Lapidaria la idea de Haya sobre los medios de comunicación.

Por aquel entonces, Serafín del Mar, joven poeta huancaíno, acusó a su pueblo de falta de espíritu. "El mío es un pueblo en el que no se habla sino de monturas, de sementeras, de política. Nunca un periódico de verdad, nunca una tribuna alta que enseñe y aleccione a las masas. Si hizo periodismo fue para derramar sus menudos y ratoniles odios lugareños y su pequeñez vanidosa". Serafín del Mar fue sentenciado a muerte por el mismo decreto que perseguía al joven Haya de la Torre. Se le acusó de haber intentado asesinar al presidente de la República. La pena de Serafín fue conmutada después de desenredarse todo el complot.

Desde antes, nada ha cambiado en Perú. El caso Lava Jato, aún cuando se siga investigando por años, servirá de inspiración para otros oscuros intereses, en todos los niveles y en todas las actividades de la sociedad. La prensa seguirá azuzando por un auspicio, también pagado por algún proveedor estatal, contratista constructor o por los enemigos del país.

 

Manuel Gago
19 de marzo del 2018

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