Miguel A. Rodriguez Mackay

China y el dictador vitalicio

Amparado por el poder del Partido Comunista Chino

China y el dictador vitalicio
Miguel A. Rodriguez Mackay
22 de octubre del 2022

 

Esta semana que termina se ha realizado el Vigésimo Congreso del Partido Comunista Chino, y para nadie fue un secreto que el mayor protagonista de este cónclave político, que se organiza cada cinco años, sea Xi Jinping, el actual presidente de China. Jinping ha cerrado redondo, cortando orejas, con un inusual tercer mandato y quedando empoderado hasta los huesos: todas las fichas del poder político de China se hallan en sus manos. Ha asegurado su predominio en el politburó y ha tejido una telaraña en la que sus afectísimos segundos, terceros, etc., ocupan espacios claves en el partido y en el gobierno. La idea es consumar lo que muchos creen de Xi, al llamarlo dictador vitalicio. 

Pero es importante observar con más detalle al Partido Comunista en el gigante asiático. No olvidemos que gran parte del éxito de la República Popular China está en su sólida estructura política, que es responsable de haberle dado al país un lugar relevante en las relaciones internacionales, compartiendo con Estados Unidos de América, la hegemonía económica en el planeta, aunque todavía por debajo del hegemón. Sin esta pétrea base política, que no es otra que el referido Partido Comunista de China, que ya pasó los cien años de existencia, no hubiera sido posible su impresionante despegue y crecimiento. Desde la aparición de Deng Xiaoping –para mi gusto el mayor estadista de China en los últimos 50 años–, el país se disparó por el sendero del desarrollo económico, a través del capitalismo hacia afuera.

Con esto último, los chinos han sabido maximizar en su provecho internacional el objeto de la geopolítica, al instrumentalizarla para su empoderamiento comercial a través de la denominada Franja y la Ruta –la antigua Ruta de la Seda–, que tanto éxito le ha venido dando. Así se ha involucrado en espacios antes jamás pensados, y ganando más socios que cualquier otro país medible en su mismo rango de crecimiento y desarrollo mundial, a pesar de los estragos que produjo la pandemia de la Covid-19. Los chinos aprecian muchísimo a Marco Polo y el impacto de su influencia se ha visto reflejado en cómo Xi Jinping ha consagrado a la política exterior económica de Beijing mediante sus vinculaciones comerciales con diversas partes del mundo. Precisamente a este proceso de interacción económica de China con otras naciones en los cinco continentes, es hacia donde apunta la referida nueva Ruta de la Seda, que para nadie es un secreto que está volviendo a los chinos cada vez más ricos. La disciplina política, entonces, se encuentra en el Partido Comunista y Jinping ha sabido sacarle el máximo rédito político estratégico pensando en el poder político que acaba de consolidar en China. 

Aunque por estos días desde occidente se ha venido mirando a China con los ojos de nuestras democracias por estos lares relievando las bondades del sistema político de gobierno, seguramente nos puede parecer extraño que los chinos solamente cuenten con un solo partido político. Es innegable de que le ha dado éxito, más allá de que lo han aceptado como una realidad convencional para un país de 1400 millones de habitantes, donde solo cerca de 100 millones integran las filas del mega partido. De allí que sin el Partido Comunista es muy difícil que un país enorme como China, pudiera haber sido manejable por sí mismo. 

Las líneas para hacer carrera al interior del partido, aunque realmente difíciles, están expeditas para todos. Gran parte de sus cuadros son adultos mayores de 60 años y ello se explica por la política de solo tener un hijo que por cierto ha sido modificada progresivamente en los últimos años. Está claro de que el poder del presidente Xi Jinping está amparado en el volumen del Partido y de su influencia en diversas partes de este inmenso y diverso país, también lleno de contrastes al que se le imputa un sistema esclavista hacia adentro. Es probable que surjan nuevos retos para el Partido Comunista de China y sin distracción será su responsabilidad atenderlos mirando al Estado porque con todo lo referido, no es una verdad absoluta que China sea el país ideal pues ningún Estado realmente lo es.

No perdamos de vista que la República Popular China no es un país cualquiera. Todas las condiciones para convertirse en el próximo hegemón del sistema internacional están del lado del gigante asiático. Por alguna razón Xi Jinping no ha ocultado que su país será para el 2050 la superpotencia que los camaradas y ciudadanos sueñan. Los chinos cuentan con una historia milenaria y ese es un peso extraordinario en la historia de las relaciones internacionales que por sí sola juega su partido; además, su circunstancia geopolítica otorga al país cualidades únicas y privilegiadas para su consolidación internacional. Los rusos, sus vecinos y hoy aliados en el marco de la guerra contra Ucrania, lo saben de memoria y por eso quedaron absortos cuando la habilidad de Richard Nixon, promovido por el gurú de la diplomacia estadounidense, Henry Kissinger, lo llevó a privilegiar a China en el ámbito asiático para neutralizar a la entonces Unión Soviética, decidiendo una negociación que colocó a Pekín en el Consejo de Seguridad a cambio de Taiwán que para Washington ya había cumplido su cometido durante la primera parte de la Guerra Fría. Luego del proceso político en toda China, llevado adelante por Mao a fines de los años cuarenta y a su muerte a fines de los setenta, le correspondió a Deng Xiaoping consumar la aspiración china de crecer económicamente. Desde entonces los chinos no se han detenido en ese propósito y nada los detendrá hasta lograr sus pretensiones. 

Los chinos a pesar de la denominada guerra comercial que el expresidente estadounidense, Donald Trump, les puso en el camino, y de la pandemia que los aquejó más tarde que a otros espacios del mundo, no han pisado el palito, y siguen firmes en su objetivo de Estado. Nada de conflictos o guerras como la de Rusia contra Ucrania donde tengan un rol directo que no tienen porque no quieren. Los chinos, que siguen fortaleciendo su poder militar, están en otro momento de la política internacional y andan más bien preocupados por consolidar sus objetivos. 

Aunque no practican la democracia de occidente y tampoco se la podemos exigir como por ejemplo pasa a los países de América mirando la Carta Democrática Interamericana, sin democracia China seguirá siendo un país incompleto porque un Estado no debe sostenerse en un partido político sino en toda su ciudadanía. No contar con democracia es precisamente el aliento de las vocaciones por el poder perpetuo y eso nunca será lo esperado para las sociedades del siglo XXI en cualquier parte del globo. 

 

Miguel Ángel Rodríguez Mackay

Excanciller de la República

Miguel A. Rodriguez Mackay
22 de octubre del 2022

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