Billetera contra galán

Muchos integrantes del entorno socioeconómico en el que me tocó nacer y desenvolverme parecen haber perdido de vista la importancia de la verdad en la palabra, la consecuencia en la obra y la decencia como principio rector de vida y de país. No obstante, no deja de sorprenderme la ingenuidad deliberada de quienes, como la mujer al que el marido le pegó mil veces, confían en que el mentiroso, el inconsecuente o el indecente dejarán de serlo.

Nadie medianamente inteligente se atreve a dudar ya de que hubo empresas que pudieron contratar con el Estado en condiciones ventajosas, gracias a la gentil colaboración ministerial del actual presidente. Por ello esas empresas le pagaron honorarios a la empresa de PPK, unipersonal y de un solo empleado (Sepúlveda), que no tiene más valor que ser suya. Y ese dinero fue destinado a pagar deudas propias.

Pero lo más preocupante es la reiterada evidencia de la más absoluta incapacidad de PPK para aceptar que hizo mal, insistiendo en que, como pagó los impuestos por la plata cobrada, todo estaba bien. Algo así como validar el sicariato o el tráfico de drogas porque se emitió factura y se pagaron los impuestos.

La verdad es una obligación en la boca de todo el que pretenda ejercer de líder. Afirmar que el IRS le va a quitar el 30% de su pensión cada mes, aprovechando que la mayoría desconoce el sistema impositivo gringo, es más que una inexactitud deliberada. Tanto como lo es hablar de adelanto de legítima herencia a una empresa; o describir, suelto de huesos, una operación financiera que, según lo explicado por él mismo, parece a todas luces diseñada a evitar impuestos en Perú. No “al tío Sam ni a Trump”, como leo que explica en redes el Dr. De Taboada.

Resulta jocoso que algún adulto se trague la afirmación de que un hombre, a quien sus amigos (si aún le queda alguno verdadero) describen como tacaño, pagó US$ 4,500 al chofer como sueldo (según la primera versión) o por sueldo y para gastos (según la versión corregida y aumentada). Y de paso involucra al buen José Luis (su chofer) en un problema de defraudación tributaria. Y además PPK confiesa tácitamente haberse fumado la obligación de pagar beneficios sociales.

Pero lo que hasta ahora nadie se ha preguntado es para qué habría de necesitar el gerente de una mediana o gran empresa una “empresa estructuradora”, como Westfield o First Capital, para contactar a un gerente de banco para negociar tasa y plazo, colocar excedentes o recibir créditos en esta Lima aún de pocos bancos. Una Lima en la que resulta imposible frecuentar clubes, gimnasios o restaurantes y no cruzarse con al menos uno de los gerentes de banco, si no es pariente, amigo, compañero de colegio, de universidad, de playa, de club o de asociación de padres de familia. ¿Qué servicio se estaba pagando realmente en cada caso?

Aún siendo importantísimo analizar lo expresado, todo ello cae en el campo de la virtud o su ausencia, la responsabilidad política y la responsabilidad legal, si la parca o san prescripción no lo libran antes. Pero más importante hoy es mirar la historia y tomar conciencia de lo que ocurre con la economía y el bienestar de los pueblos cuando sus políticos se entercan a espaldas del sentir popular, que ya empieza a encabritarse. Y peor si esto va acompañado de la falta de credibilidad empresarial y la desconfianza del inversor. El caos puede estar a la vuelta de la esquina y ya sabemos quienes saben aprovechar del caos y el descontento.

Hace falta tener huevos, neuronas y patriotismo genuinos para reconocer la necesidad de una amputación y ejecutarla democráticamente.