Arturo Valverde

Anotar en los libros

A propósito de una lectura de “Los Miserables”

Anotar en los libros
Arturo Valverde
16 de enero del 2024


Esa costumbre de escribir nuestras reflexiones en las páginas de los libros está bastante arraigada en los lectores. Cuántos libros que cayeron en mis manos estaban repletos de anotaciones. ¡Bastantes! 

Confieso que yo también lo hago. Tomo un lápiz y apunto una idea, un comentario, una pregunta. A veces he llegado a pensar si, algún día, alguien leyese mis anotaciones, ¿diría que he malogrado un buen libro? ¿Borraría todo o tendría algún valor para otros?

Para Victor Hugo, escritor francés del siglo XIX, esas anotaciones pueden revelar ciertos rasgos de la personalidad o del carácter. Como en el caso de Monseñor Myriel, a quien el autor nos describe basándose en las anotaciones que el religioso ha escrito en las páginas de su biblia. Nos dice:

“En lo referido al obispo, podemos hallar una explicación de su punto de vista, o al menos un atisbo, en estas tres líneas escritas en el margen de una biblia: El matiz es el siguiente: la puerta del médico no debe estar nunca cerrada, la puerta del sacerdote debe estar siempre abierta.

En otro libro, llamado Filosofía de la ciencia médica, escribió esta otra nota: ¿No soy acaso tan médico como éstos? Yo también tengo mis enfermos; de entrada, tengo los suyos, a quienes llaman enfermos; y además tengo los míos, a quienes llamo los desdichados.

También escribió en otro lugar: No le pidas el nombre a quien te pide un techo. Es sobre todo aquel a quien apura dar el nombre el que necesita asilo” (Los Miserables, Alianza Editorial, 2022).

Con esas tres anotaciones, de puño y letra de monseñor Myriel, Victor Hugo nos invita a mirar, con él, dentro de la mente de este entrañable personaje. ¿Cómo pensaba Myriel? ¿Cómo veía la vida? ¿Qué tan cierta era su vocación al servicio de los más humildes? Para responder a esas interrogantes, Victor Hugo toma prestada la Biblia de Myriel (antes nos ha advertido que parte de su tiempo la ocupaba en sus libros), luego busca entre las páginas y exhibe sus pensamientos. 

Si en páginas anteriores, el autor francés nos mostró la lista de gastos de monseñor, donde todos comprobamos que el último en quien pensaba era en sí mismo, en este último caso recurre a compartirnos las anotaciones de su Biblia. Creo que esas reflexiones tienen además el valor de la sinceridad, porque aquellos que escriben en sus libros, lo hacen en la intimidad del ejercicio de la lectura, donde lector y autor establecen un vínculo especial, de diálogo y confesión mutua. Nadie se imagina que esas anotaciones podrían alcanzar valor en manos de otro lector, a menos de que ese otro se llame Victor Hugo.

Arturo Valverde
16 de enero del 2024

NOTICIAS RELACIONADAS >

Los rostros de Stendhal

Columnas

Los rostros de Stendhal

Querida hermana:  Leo la obra de un genio. El libro, como record...

30 de abril
Una propuesta inmoral

Columnas

Una propuesta inmoral

Querida hermana: Comencé a leer la novela La cartuja de Parma,...

22 de abril
¡He visto la guerra!

Columnas

¡He visto la guerra!

La violencia y el horror que caracteriza a la guerra (y que alg&uacute...

16 de abril

COMENTARIOS