LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
¿Vuelve el estallido social a la región?
América Latina sin reformas y sin reducción de pobreza
El anuncio de que los radicales chilenos retornan a las calles ante la indolencia de la administración Piñera vuelve a plantear las interrogantes acerca de si los estallidos sociales del segundo semestre del año pasado en Ecuador, Chile, Colombia y Bolivia, que casi coincidieron en el tiempo, solo fueron casualidades o parte de un plan organizado por el Foro de Sao Paulo.
La teoría conspirativa nos señala que eje Caracas - La Habana habría estado detrás de estas asonadas, para probar una nueva estrategia de masas pre insurreccional en los países democráticos. Y también, como se dice, para evitar que el cerco diplomático latinoamericano siga ahogando al régimen chavista de Venezuela. En cualquier caso, en Chile ha quedado demostrado que los marxistas y los comunistas de hoy no necesitan empuñar las armas para poner en vilo una sociedad. Para detener un país basta erosionar la autoridad del sistema republicano, acabar con la idea de respeto a la propiedad privada y pública y convertir a las fuerzas policiales y del orden en blancos a atacar. Hoy Chile está paralizado y no se vislumbra salida. El Foro de Sao Paulo, pues, tiene nueva estrategia.
Sin embargo, las teorías conspirativas siempre serán insuficientes si no se consideran las bases económicas y sociales sobre las cuales se desencadena el estallido social. Y en América Latina existe una constante: casi todas las sociedades de la región pueden considerase países de ingreso medio que, durante el pasado boom de los precios de los minerales, crecieron sostenidamente y redujeron pobreza en porcentajes significativos. Hasta Venezuela, el área del paroxismo estatista y controlista, lograba crecer y distribuir dólares petroleros a potenciales aliados políticos de la región.
Las sociedades de ingreso medio tienen una característica: desarrollan una primera generación de reformas (buena macroeconomía, ajustes fiscales e, incluso, privatizaciones) que les posibilitan crecer y reducir pobreza considerablemente. Y si estos procesos se enganchan con un boom de commodities, mucho mejor. Es lo que pasó en la región. Sin embargo, de pronto los precios de los minerales caen y estas sociedades ya no pueden seguir pagando salarios bajos, porque mucha gente salió de la pobreza. Como no desarrollaron más reformas para incrementar su productividad, sobreviene el estancamiento económico y los países vuelven a aumentar pobreza. Entonces llega la hora del populismo. Es la historia de Venezuela, Argentina y el Brasil de Lula.
América Latina, pues, es la región de las sociedades de ingreso medio que se niegan a hacer reformas, tal como lo alguna vez hicieron Singapur y Corea del Sur para acercarse al desarrollo. Sin reformas institucionales, sin derechos de propiedad y contratos para todos, sin reformas educativas, sin promoción de la innovación, sin reformas de salud y sin soluciones de los problemas de infraestructuras, la región no logra superar el péndulo entre ajustes fiscales y retorno al populismo.
No solo el Perú ha renunciado a una nueva ola de reformas. Le sucede lo mismo a Chile y a Colombia. Ni qué decir del México de López Obrador. Incluso Brasil, hoy la vanguardia reformista latinoamericana –con su reforma previsional y un audaz proceso de privatizaciones– evita apretar el acelerador de los cambios por miedo a provocar un estallido social. El efecto contagioso de las revueltas regionales parece existir.
En cualquier caso, nuestra región seguirá creciendo por debajo del promedio mundial y todo indica que se convertirá en un área en donde la reducción de pobreza se detendrá, en el mejor de los casos. O volverá a aumentar este flagelo social.
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