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Vizcarra sin la calle. ¿Ahora?

Se cayó la estrategia plebiscitaria. Queda la Constitución

Vizcarra sin la calle. ¿Ahora?
Víctor Andrés Ponce
08 de septiembre del 2019

 

El jueves pasado el presidente Vizcarra perdió quizá el arma más importante con que pretendía imponer su estrategia plebiscitaria. La marcha a nivel nacional que exigía que “se vayan todos” y respaldaba la propuesta del Ejecutivo de adelantar las elecciones generales fue un fracaso sin contemplaciones. En Lima marcharon menos de 3,000 personas y a nivel nacional apenas salieron cerca de 1,500. ¿Qué había sucedido con el enorme huracán vizcarrista que amenazaba con quemar el Congreso y hacer huir a los parlamentarios de la Plaza Bolívar? ¿Qué había pasado con una de las marchas más promocionadas por la media de la reciente historia?

De pronto, una de las encuestadoras registraba que la propuesta de adelantar las elecciones se desplomaba en 14 puntos y todas las noticias comenzaban a ser desfavorables para Palacio. Aislado de la mayoría de bancadas parlamentarias, enemistado con la vicepresidenta Mercedes Aráoz y con la mayoría de constitucionalistas respetables y la academia, y sin el apoyo de las Fuerzas Armadas ni de la policía, el presidente Vizcarra estaba solo y desnudo con el respaldo de su consejero argentino, una funcionaria de Palacio y algunos ministros diligentes.

¿Qué había sucedido con el proyecto de caudillo plebiscitario que arrugaba frente al gobernador de Arequipa, Elmer Cáceres, y que pretendía arrasar con el Legislativo por quítame esta paja? A nuestro entender, el hombre había acumulado los mismos errores que Keiko Fujimori y Fuerza Popular antes de la renuncia de PPK. Es decir, desarrollar la guerra por la guerra, sin atreverse a sancionar las reformas que le permitirían una holgada mayoría legislativa. En el caso de Vizcarra la estrategia fue desarrollar la guerra más cruenta contra el Congreso sin atreverse a gobernar. 

En algún momento, pues, se comenzó a romper el clic de Vizcarra con la gente, tal como le sucedió al keikismo. Sin embargo, a diferencia del fujimorismo, Vizcarra no tiene bases,ni organizadas ni desorganizadas, ni gente que lo respalde. El hombre hoy está más solo que nunca y la caída que se viene no es a cuentagotas, es una verdadera caída libre, sobre todo considerando las irregularidades que se investigan.

Vizcarra y sus amigos, pues, están solos y desnudos en una de las esquinas más adversas. Semejante situación puede impulsar a los halcones del Congreso a creer que ha llegado la hora de las retaliaciones. No negamos que ese sentimiento sea legítimo: Keiko está encerrada por leguleyadas procesales que competirían con cualquier proceso del pasado sistema soviético, y Alan García fue víctima de una de las cacerías más implacables de nuestra historia, hasta empujarlo al suicidio. Hasta hoy no se explica por qué se pretendió detenerlo.

No obstante la rabia justificada, siempre vale recordar que las repúblicas y las libertades solo prosperaron cuando alguien paró el ciclo de retaliaciones. Allí está el ejemplo español. El derrumbe del asalto plebiscitario vizcarrista, pues, exige grandeza republicana. Desde el diálogo hasta el puente de plata con el adversario para construir comunidad política, para recuperar las instituciones controladas por los sectores comunistas y caviares, y para avanzar hacia la quinta elección republicana sin interrupciones.

Con las instituciones republicanas a salvo, el peor castigo para los comunistas y caviares será haberlos desnudado en su verdadera naturaleza política. Los mismos que trabajaron con Toledo, Humala, Villarán, PPK y Vizcarra, ni siquiera pestañearon para encarcelar a sus adversarios, para difamar el honor de sus rivales. Bueno, el castigo es que vuelvan a trabajar a la calle, que abandonen las oficinas de los ministerios que permitieron engordar a una clase media estatal. A trabajar, pues, que la polarización fujimorismo versus antifujimoristas ya no existe.

 

Víctor Andrés Ponce
08 de septiembre del 2019

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