LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
¿Vizcarra en viraje?
Reflexiones sobre últimas declaraciones presidenciales
Durante una entrevista,el miércoles pasado en canal N, el presidente Vizcarra sorprendió a tirios y troyanos con sus respuestas conciliadoras frente al choque Ejecutivo versus Legislativo. Por ejemplo, ratificó que se reuniría con Pedro Olaechea, titular del Legislativo, la próxima semana. Ante la interrogante acerca de si plantearía la cuestión de confianza frente al archivamiento o rechazo del proyecto de adelanto general de elecciones, el jefe de Estado respondió que no se ponía en situación semejante. De alguna manera es lo que respondería un político cuajado.
De otro lado, frente al venenoso rumor acerca de que el Congreso ya tendría la vacancia aderezada y lista para cocinarse, Vizcarra dijo que lo hagan si es que con eso creen que interpretan el sentimiento del pueblo. Nada más, una evidente rama de olivo al Legislativo, no obstante que antes había subrayado que el pueblo en Tacna –en realidad, la portátil palaciega amplificada por algunos medios– le había pedido el cierre del Congreso.
¿Qué significa algo así? Si consideramos que Vizcarra todavía no puede salir del efecto de los audios de Arequipa, en los que se compromete a suspender la licencia de construcción de Tía María, es evidente que el jefe de Estado sigue en apuros. Igualmente, si evaluamos que el caso Chinchero vuelve a poner los reflectores sobre la pasada conducta presidencial, entonces, no es exagerado sostener que Vizcarra enfrenta su mayor momento de debilidad desde que asumió el poder.
Esta aproximación la planteamos no obstante los extraños números de las encuestas y las portadas y reportajes de algunos medios que nos dicen que hay masas enfurecidas dispuestas a cerrar el Congreso. La llamada “calle”, que apoya a Vizcarra y quiere achicharrar a los "fujiapristas".
Ahora bien, el hecho de que Vizcarra enfrente su mayor momento de debilidad no significa que no tenga alternativas. Podría forzar el cierre del Congreso con el apoyo de los comunistas, los caviares y los sectores antisistema radicalizados. Pero inevitablemente semejante aventura terminaría en la convocatoria en una constituyente. ¿Por qué? Porque en el Congreso habría una resistencia feroz, jamás vista, al intento de un segundo golpe tipo 5 de abril en menos de dos décadas. Y, de otro lado, las mayorías silenciosas, hartas de esta guerra política sinsentido, podrían despertar. Algo más, estamos casi seguros de que ni las Fuerzas Armadas ni la policía se jugaría por la aventura golpista.
A Vizcarra solo le quedaría la calle. Pero, ¿cuál calle? ¿Los números de las encuestas y las portadas de algunos medios? En realidad, no hay calle. La gente está contra el Congreso, pero de ninguna manera está a favor de Vizcarra.
No negamos, entonces, que el jefe de Estado tiene posibilidades, pero todas pueden terminar en aventuras y en la cárcel. Excepto una: el apego a la Constitución, el desarrollo de una voluntad de restablecer la paz política y el fin de la judicialización del espacio público, promovida por el comunismo y el caviaraje, con leyes sacadas de los sótanos estalianos y fascistas para criminalizar la política y la empresa.
Si Vizcarra se decide por ese viraje no solo se salvará la actual experiencia republicana y el Perú avanzará hacia su quinta elección sin interrupciones, sino que el propio jefe de Estado se reconciliará con toda la comunidad política. Y de alguna manera, a lo mejor se pueda reiniciar la verdadera transición que los comunistas y los caviares del país le negaron al Perú con la caída del fujimorato, a inicios del nuevo siglo.
Los comunistas y los caviares han promovido esta brutal guerra política con la creencia de que los rivales pueden ser eliminados políticamente, ya sea con la difamación permanente, la sistemática reescritura de la historia e incluso con el encarcelamiento de los adversarios. Todavía siguen apegados a los manuales de la Guerra Fría. No se dan cuenta de que solo han engordado reacciones extremistas que los devorarán a ellos mismos. En cualquier caso, los demócratas y liberales los defenderemos de eventuales abusos. Así debe ser la grandeza de los republicanos.
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