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Vizcarra en su laberinto

Vicepresidenta Aráoz firme en defensa de Constitución

Vizcarra en su laberinto
Víctor Andrés Ponce
01 de agosto del 2019

 

A estas alturas es evidente que para cualquier análisis discreto, al margen de las irritaciones y desaprobaciones reales en contra del Legislativo, la situación de Martín Vizcarra al frente de la jefatura del Estado es insostenible. Y no lo es por una conspiración en contra, sino por mano propia.  

La propuesta de Vizcarra de adelantar las elecciones generales nace del pecado capital de la soberbia. Nace de la idea de que el Congreso puede ser incendiado con cualquier pretexto y en cualquier circunstancia. Es decir, que no importa el argumento sino la campaña que se desarrolle. Como dice la Biblia, la condena al fuego de los infiernos tiene mucho que ver con la soberbia. Lo más estremecedor de la vanidad presidencial es que la propuesta de adelantar las elecciones, finalmente, echa por la borda todos “los avances de la reforma política” planteada por los llamados notables. ¿Para qué hubo tanta guerra?

Al margen de algunas portadas que pocos leen y las encuestas de Ipsos y las demás empresas que se publicarán en los siguientes días, es incuestionable que Vizcarra no sabe cómo salir de su auto jaque mate. En primer lugar, porque parece poco probable que el Congreso apruebe la propuesta de adelantar elecciones. ¿Cuál es el argumento más allá del fracaso de Vizcarra y la permanente guerrita artificial que él libró contra el Legislativo mientras se desentendía de los problemas de la gobernabilidad?

Dicho esto, surge la inevitable pregunta: ¿Qué puede hacer Vizcarra en caso de una probable negativa del Congreso a alterar el cronograma político establecido en la Constitución? ¿Plantear una cuestión de confianza para que se altere el sagrado cronograma que establece cualquier Constitución, que cumple fielmente cualquier república que se propone sobrevivir? Más allá de los argumentos de algunos abogados que fungen de constitucionalistas, todo parece encaminado al despropósito.

Con la propuesta de adelantar las elecciones, el más afectado, el más debilitado, es Vizcarra. A tal extremo que la vicepresidenta del Perú, Mercedes Aráoz, con su oposición al adelanto de elecciones, ha convertido a Vizcarra en un jefe de Estado enfrentado a todas las instituciones republicanas. Y de una u otra manera, ya ha comenzado a surgir un poder dual; o para ser más precisos, la idea de un relevo de Vizcarra a través de su renuncia o una vacancia que tomará algunas semanas.

Paradójicamente, ahora el tiempo corre a velocidad en contra de Vizcarra. Cada día que el actual jefe de Estado permanezca en el poder se irá debilitando. Las preguntas están sobre la mesa: ¿qué inversión se puede concretar en el Perú si el propio jefe de Estado propone adelantar elecciones para él mismo dejar el poder? ¿Qué autoridad regional o local puede asumir seriamente una política gubernamental en estas condiciones? ¿Qué radical extremista puede sentirse disuadido en sus estrategias de paralizar inversiones? No, todo está complicado para Vizcarra con semejante tiro al aire.

En realidad, la única posibilidad que tiene Vizcarra para sobrevivir al huracán desatado por voluntad propia es que el Congreso apruebe el adelanto electoral y se allane, tal como lo hizo con el referendo y las reformas políticas de los notables que han terminado bastardeando la Constitución. Es la única posibilidad de seguir respirando. De allí que se vendrán portadas (que ya nadie lee) y encuestas con inflador, que se sumarán a la portátil de 30 personas que claman por el cierre del Legislativo. Y los medios desesperados por sobrevivir seguirán amplificando una realidad virtual que ya no convence.

Incluso si el Congreso no se pronuncia y solo se demora un poco, Vizcarra seguirá desgranándose. Por ejemplo, la huelga en el sur en contra de Tía María remecerá los cimientos de Palacio. ¿A qué vamos? No decimos que los opositores de Vizcarra la tienen todas consigo. Es cierto que la ciudadanía está contra el Congreso, pero no está con Vizcarra. Y es verdad también que Vizcarra se ha lanzado al abismo y no parece posible que detenga su caída exigiendo que todos salten al vacío.

 

Víctor Andrés Ponce
01 de agosto del 2019

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