Vizcarra de viaje

Considerando que las lluvias y huaicos que afectan al país ya han causado 51 muertos, pueblos enteros destruidos y miles de kilómetros de carreteras inutilizables, ¿cómo se puede entender el viaje del presidente Vizcarra —con una amplia comitiva— para asistir a eventos artísticos y culturales en España y Portugal? Desde que asumió el poder, Vizcarra convirtió a su Gobierno en la república de la popularidad, ¿cómo entonces el jefe de Estado se subió al avión presidencial sin evaluar los puntos de aprobación que le podía costar el periplo?

Y si se toma en cuenta que Vizcarra interrumpió su visita al Brasil para, supuestamente, liderar la lucha contra la corrupción y la guerra contra Pedro Chávarry (ex fiscal de la Nación), la decisión de ponerse frac y tomarse fotos con la nobleza española -con los huaicos que azotan el país- aparece incomprensible para cualquiera. Ni siquiera él viajó a Cúcuta con los demás presidentes latinoamericanos para respaldar la lucha del pueblo venezolano. En el viaje presidencial, pues, hay nuevos elementos de análisis, más allá de la evidente frivolidad del gesto.

Algunos señalan que los triunfos parciales de Vizcarra en el referéndum, la desorganización de la mayoría legislativa, el control de la Fiscalía de la Nación y los muy buenos resultados en las encuestas de IPSOS han creado un Vizcarra que tiene la soberbia del Fujimori de los noventa, pero sin la capacidad de gobierno ni voluntad reformista del ex jefe de Estado. Según esta versión, el Vizcarra de hoy no consultaría con sus ministros, el Gabinete estaría pintado en la pared, y los asesores con relativa solvencia política ya se habrían alejado de Palacio. La explicación entonces es que Vizcarra estaría tan ensoberbecido que no consultó con nadie sobre el periplo a tierras ibéricas. El hombre empezaría a creerse invencible.

No obstante, también existe una especulación diferente. Según esta versión Vizcarra habría llegado a la conclusión de que la estabilidad de su Gobierno es extremadamente precaria, sobre todo por las denuncias que se acumulan en su contra y que, tarde o temprano, se desatará una nueva crisis de gobernabilidad que obligaría a tomar decisiones. En este contexto, el cuestionando viaje sería como una negación de la realidad.

Más allá de estas versiones todo parece indicar que el presidente Vizcarra se decidió por el periplo internacional porque ya no escucha consejos. La idea de que los medios tradicionales y las encuestadoras amigas son herramientas de gobernabilidad habrían calado hondo. Y en medio de la imprevisión acumulada del Estado frente a los desastres naturales y las desgracias de miles de peruanos, a Vizcarra no le pareció mal tomarse fotografías en Madrid.

Si se tiene en cuenta que la popularidad de Vizcarra ha comenzado a descender, que su administración empieza a aparecer como una que solo hace guerra política contra “el sector de los corruptos”, sin gobernar ni transformar el país, y que todo parece haberse detenido en el Perú, el viaje de Vizcarra puede ser un punto de inflexión. Podría marcar el inicio de una caída que ningún demócrata celebraría.

En cualquier caso, es el escenario de la antipolítica pura que fomentaron Keiko Fujimori y Fuerza Popular en una primera etapa, y que Vizcarra llevó hasta el paroxismo en una segunda. En la antipolítica la guerra termina cuando uno de los bandos es eliminado para siempre. Y todo indica que el referéndum y el encarcelamiento de un sector de la oposición, si bien han arrinconado a un bando, Vizcarra todavía no ha logrado el triunfo final. Hoy la política está emponzoñada como nunca y el jefe de Estado comienza a convertirse en el eje de las polarizaciones. Nunca debió pasar. ¿Quién se atreve a hacer política para superar esta terrible situación?