LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Vacuna: no es mi culpa, sino la del otro
La política envilecida a niveles impensados
A medida que avance el calendario, la administración Vizcarra, indiscutiblemente, quedará como una de las peores de la historia del Perú por una sola razón: su capacidad destructiva asombrará a cualquier politólogo del futuro. En pocos meses erosionó todos los activos institucionales, políticos, económicos y sociales, construidos en las últimas tres décadas y arruinó el actual proceso de construcción republicana.
Para ser justos con los hechos, este escenario devastador que enfrentamos no sería posible sin la guerra política que inició Fuerza Popular luego de las elecciones del 2016. La historia registrará que el choque de dos derechas –una popular y con abrumadora mayoría en el Legislativo, la otra tecnocrática en el Ejecutivo–, simplemente preparó el camino para la destrucción republicana de la actualidad. Sin embargo, el ex presidente Vizcarra pudo pasar a la historia como el jefe de Estado que canceló la guerra política iniciada dos décadas atrás con la caída del fujimorato. No lo hizo. Hoy es víctima de sus propios errores, de sus propias licencias y de la misma guerra que alentó.
Pero cuando hablamos del deterioro de la actual experiencia republicana, en realidad estamos hablando de la gente, la principal víctima de la guerra. Una de esas tragedias se grafica en que el Perú, un país de ingreso medio, con enormes posibilidades antes de la pandemia y la emergencia, hoy ni siquiera está en la cola de los estados que comprarán la vacuna contra el Covid-19. En las próximas horas Chile y Colombia empezarán los procesos de vacunación nacional.
La destrucción de las instituciones, la economía y la sociedad, inevitablemente, sobreviene con la destrucción del concepto de la política. En realidad, la idea de política fue vaciada de todo contenido durante la administración Vizcarra. Por ejemplo, no obstante que el Ejecutivo emitió un decreto de urgencia el 10 de setiembre para facilitar la compra de vacunas, el ex jefe de Estado y los sectores que lo respaldan señalan que todo fue culpa del Congreso. La presidenta del Consejo de Ministros, Violeta Bermúdez, asevera que el resultado se explica por la inestabilidad política.Ningún peruano de buena voluntad puede aceptar esta argumentación porque cuando la administración Vizcarra ejerció el poder lo que más le sobraba era poder y discrecionalidad para emitir decretos de urgencia. De ninguna manera. Sin embargo, algunos sectores insisten en cargar las responsabilidades a quienes no tenían el poder.
Una de las peores herencias de la administración Vizcarra es que la política se convirtió en un asunto de estrategia informativa o desinformativa. La política ya no era la búsqueda de pactos entre los rivales para evitar el conflicto y la temida guerra; tampoco estaba vinculada a los servicios y la solución de los problemas de la gente, sino únicamente a cómo se armaba un relato y se informaba.
Es incuestionable que esta concepción de la política funcionó para el referendo, las apresuradas reformas de nuestra Carta Política y para el cierre inconstitucional del Congreso. La realidad es la realidad. Pero la idea de que la política solo es estrategia de información o desinformación siempre ha sido patrimonio de los grandes autoritarismos y proyectos antirrepublicanos en la historia. Cuando existe un retazo de institucionalidad esa estrategia suele fallar al final. Los hechos se revelan como actores y hacen trizas la información.
La gente está sin vacuna y todos saben de quién es la responsabilidad.
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