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Un moradito por verse

Anotaciones sobre el lanzamiento de Guzmán

Un moradito por verse
Víctor Andrés Ponce
10 de marzo del 2019

 

Julio Guzmán acaba de inscribir su partido y, según sus últimas declaraciones, el hombre pretende convertirse en el representante de conocidas ONG y de los sectores que han estado cerca del poder en las últimas dos décadas. En otras palabras, Guzmán pretende ser el candidato del establishment, pero con un discurso que simula ser independiente, que intenta mantener el aire del outsider, incluso con tonos claramente anti establishment.

Sin embargo, si cualquiera intenta ver más allá de los mensajes, en el acto reparará en que Guzmán aparece más débil que antes, no obstante que ya tiene partido registrado en el JNE. Algo no funciona bien. Y es que “el moradito” no obstante sus claros vínculos con el nadinismo y el establishment del país, siempre aparecía con una energía contenida a punto de explosionar: era la clara posibilidad de liderar el antifujimorismo, ese poderoso detergente en el Perú que posibilitó que Toledo, Humala y PPK llegaran al poder. Hoy, el antifujimorismo no existe porque el fujimorismo ya “no es una amenaza”. Sin un enemigo a quién detener, Guzmán se queda con Guzmán, con sus méritos y limitaciones.

Quizá por ese motivo Guzmán lanzó una frase de antología: “La derecha cree que la tarjeta de crédito es más importante que el DNI”. En realidad, el moradito pretendió señalar que a la derecha le interesa más el mercado, el capitalismo, que la ciudadanía. Es el eterno recurso de las izquierdas pos Muro de Berlín: intentar separar la democracia, la república, del capitalismo y del sector privado. Lo más grave es que Guzmán ignora que en el Perú todos quieren crédito, con tarjeta o sin ella, porque nuestra sociedad asiste a la movilización crediticia más impresionante de su historia, con formalidad o sin ella. Hasta crédito informal existe y se multiplica. ¿Cómo, entonces, contraponer el crédito con el DNI? Pero más allá de cualquier especulación, Guzmán quiso dejar en claro que él representaba al flanco izquierdo, más allá de deshacerse en piropos al centro político.

Con ese movimiento, Guzmán intenta diluir a Verónika Mendoza y otros candidatos que pretenden aparecer por el flanco izquierdo. Sin embargo, hecho el movimiento, queda el problema: Guzmán es solo Guzmán, ya no hay cuco, ya no hay el miedo de “la amenaza fujimorista”.

En este contexto, ¿qué posibilidades puede tener el Guzmán de las izquierdas, el virtual candidato de conocidas ONG, frente a un Raúl Diez Canseco que representaría a Acción Popular, frente a un Roque Benavides que enarbolaría los colores del partido aprista, frente a un César Acuña que siempre aparece con la fuerza de las migraciones y el emprendedurismo, frente a un Fernando Cilloniz con enormes capacidades de comunicación y enganche? Más allá de lo especulativo de estas posibles candidaturas, el ejercicio vale para observar el nuevo escenario que asoma con el repliegue del antifujimorismo.

Los neomarxistas que han controlado la política y las instituciones de justicia en las últimas dos décadas han triunfado con soberbia sobre sus enemigos fujimoristas. Sin embargo, la victoria es pírrica porque se han quedado sin su mejor argumento: el detergente antifujimorista que convertía al simple informado en intelectual, que tornaba al sombrío operador político en periodista y que volvía a los pícaros de siempre en hombres con decencia. Las izquierdas que se dieron maña para controlar el poder sin ganar elecciones hoy pueden ser desalojadas del Estado. El aterrador panorama de volver a trabajar es una posibilidad.

 

Víctor Andrés Ponce
10 de marzo del 2019

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