LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Un fantasma recorre Latam: el populismo
Clases medias de América Latina en peligro
Frente a la recesión económica del planeta, hoy los colectivistas no pueden repetir el viejo aserto del Manifiesto comunista de Marx y Engels, que decía que un fantasma recorría Europa: el fantasma del comunismo. El aserto redactado en 1848, en plena crisis económica europea, para la Liga Comunista no se puede repetir porque mucha agua y muerte ha corrido debajo del puente del siglo XX. Demasiado cadáver y cementerio ha provocado el comunismo. Sin embargo, el anticapitalismo sigue intacto porque esa es la manera cómo avanza el capitalismo, es decir, generando el anticapitalismo, su contradicción. Lo que sucede es que en tiempos de paz, prosperidad y calma, los intelectuales suelen olvidar esta verdad fundamental del desarrollo capitalista y desdeñan la inevitable lucha ideológica para detener el anticapitalismo, a los mensajeros del hambre y la miseria.
Sobre el planeta no ha caído un meteorito, sino que se ha desatado una pandemia porque la mejor tecnología estaba concentrada en asuntos militares y 7,000 millones de personas han construido megaciudades inimaginables en el planeta. Estamos seguros de que la tecnología y los recursos ahora se focalizarán en la salud, en el capital social. Pero la economía caerá en más del 10% (en promedio mundial) y las clases medias del planeta se tambalearán por un tiempo.
En aquellas regiones –como América Latina– en que las clases medias son precarias, no consolidadas –por falta de reformas, inversión, innovación y educación y salud–, el viejo fantasma que recorría Europa –que predijo el peludo Marx– se envolverá en los ropajes de los populismos y las demagogias que han utilizado desde siempre los caudillos latinoamericanos. Y es que las situaciones revolucionarias que amenazan el capitalismo solo surgen cuando los pequeños propietarios –es decir, las clases medias que se empobrecen repentinamente– se vuelven contra el sistema que les permitió prosperar.
En Argentina, Brasil, Chile, Colombia y otros países, el populismo se amplificará bajo el discurso gaseoso en contra del neoliberalismo. En el Perú, luego de la destrucción del último intento de construir un sistema de partidos –por responsabilidad de todos sin excepción– el populismo está sin mayores contenciones, igualito que el Codiv-19.
El Ejecutivo alentó, desde el referendo pasado, la idea de que el Gobierno solo es bueno “cuando se gobierna con el pueblo”. Si hay dudas, allí está la norma que obliga a los centros educativos privados a negociar las pensiones con los usuarios a riesgo de judicializarlo todo. El Congreso comienza a devolver el vuelto con las leyes sobre las AFP (que posibilita retirar el 25% de las cuentas individuales), sobre la suspensión del peaje y con iniciativas espeluznantes como la propuesta de restablecer la Constitución de 1979 y la iniciativa del Frente Amplio que pretende barrerse de un plumazo a las pobres clases medias peruanas.
Si los partidos de tradición democrática –como Acción Popular, Alianza para el Progreso, Fuerza Popular y Somos Perú– creen que pueden jugar a aprobar leyes que les granjeen el apoyo del pueblo, tarde o temprano, terminarán achicharrados bajo la hoguera del caudillo que suele traer todo vendaval populista. Y la única manera de detener este huracán es enfrentarlo, como se dice, a la primera. No hay otra.
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