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¿Triunfa el antifujimorismo?

Movimiento naranja olvida su papel en reformas

¿Triunfa el antifujimorismo?
Víctor Andrés Ponce
22 de noviembre del 2017

En esta columna no participamos de la simplicidad con que el antifujimorismo, ya sea en versión caviar o vargallosiana, pretende cargarle todas las tintas al fujimorismo en el conflicto institucional desatado en el país. Es más, consideramos que el movimiento naranja, en muchos casos, solo sobrerreaciona políticamente (por ejemplo, en la acusación constitucional al fiscal de la Nación) ante los intentos de un sector de fiscales y medios de judicializar a Keiko Fujimori y Fuerza Popular hasta el 2021 sin razones legales valederas. Sin embargo, reconociendo todos estos hechos, es incuestionable que el fujimorismo empieza a ser encerrado en la esquina que más favorece a sus adversarios.

Es evidente que durante el primer año de la administración PPK, el antifujimorismo se propuso dividir a Fuerza Popular sin conseguirlo. En el segundo año empezó la estrategia de judicialización de Keiko, a imagen y semejanza de la megacomisión Tejada de Nadine Heredia, que demonizó a Alan García anulando sus posibilidades electorales en el 2016. En este contexto debe ser complicado a cualquier movimiento político abandonar la lógica reactiva, de defensa y sobrerreacción. Sin embargo el fujimorismo, por su condición de primera fuerza política y de mayoría legislativa absoluta, tiene la obligación y responsabilidad de organizar un escenario político alternativo. Hasta hoy no lo hace y, en el mediano plazo, puede perder el partido.

La única manera de crear una lógica diferente es convirtiendo al fujimorismo en una fuerza que plantee una reforma del sistema político —con medidas legales e incluso constitucionales— y participe animando una segunda ola de reformas económicas que el Perú necesita para evitar la peligrosa trampa de los ingresos medios y el incremento de pobreza.

Por ejemplo, ¿avanzamos o no hacia el bicameralismo? ¿Se reforma o no el sistema electoral para crear distritos más pequeños? ¿Participará el fujimorismo en la reforma de la legislación laboral que tanto reclaman los emprendedores y la sociedad, y que auspicia un sector del Gobierno?

En otras palabras, no solo se trata de defenderse y desmantelar todas las estrategias del antifujimorismo, sino de proponer, de presentar alternativas. Si el fujimorismo no incorpora esta variable, de una u otra manera estaría contribuyendo a un escenario adverso y absolutamente favorable al antisistema hacia el 2021. Apostar a un escenario de reformas y propuestas, por ejemplo, permitiría encapsular el conflicto político e institucional y apostar a una agenda alternativa. Algo así como que la política sigue entrampada, pero el modelo económico y social continúa y se profundiza. ¿Sueño imposible? Quizá, pero la buena política demanda reflexiones parecidas.

Si el fujimorismo sigue en la lógica reactiva es porque está ganando en el corto plazo. A diferencia de lo que sostienen los medios y el establishment antifujimoristas, el movimiento naranja no pierde con el endurecimiento, sino que se mantiene como primera fuerza política, bloquea el surgimiento de otras alternativas y comienza a trepar a cuentagotas. Sin embargo el triunfo de hoy no garantiza el mediano ni el largo plazo.

Si el fujimorismo no se pone en modo de reformas, el fracaso del Gobierno pepekausa se convertirá en el desgaste del modelo económico y social que se fundó con las reformas económicas y sociales de los noventa. Y si eso pasa, no hay manera de que el movimiento naranja se libre de la ola antisistema. Por todo eso resulta válido preguntarse ¿ acaso ha comenzado a ganar el antifujimorismo?

Víctor Andrés Ponce
22 de noviembre del 2017

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