LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Sin salida hasta las elecciones
El predominio de la antipolítica en el Perú
La derrota del llamado “fujiaprismo” a través del cierre inconstitucional del Congreso no ha significado ningún cambio en el escenario político, sobre todo no ha amenguado la polarización política. Muy por el contrario, todo indica que la ofensiva de los vencedores sobre los derrotados continuará hasta, como se dice, donde se pueda.
Esta lógica revela el predominio de la antipolítica y la falta de cultura democrática, casi en los mismos términos de lo sucedido en el siglo pasado con el antiaprismo y el veto al partido de Alfonso Ugarte. En esas décadas hubo de todo: cárceles, acusaciones de corrupción y martirologio. Finalmente, en ese siglo no se consolidó la República y tampoco se construyeron prácticas democráticas.
Si bien la lucha anticorrupción es legítima y reclamada por las mayorías, los excesos que se cometen con las prisiones preventivas —que violan el debido proceso y la presunción de inocencia en contra del Pleno Casatorio de la Corte Suprema, las resoluciones del Tribunal Constitucional y los pronunciamientos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos— terminarán por deslegitimarla. El caso de los árbitros injustamente encarcelados resulta paradigmático.
En este contexto se puede afirmar que, no obstante que un sector político en el país ha ganado la guerra política a través del cierre inconstitucional del Legislativo, la antipolítica, la falta de diálogo y la falta de acuerdos, siguen predominando en el escenario. Y quizá la explicación es simple: el sector victorioso cree que el fujimorismo y el aprismo pueden ser excluidos de la vida republicana. No pasó en el siglo pasado y lo más probable es que no pase en el XXI. Tarde o temprano regresarán. Pero lo que debemos evitar es un nuevo ciclo de retaliaciones y exclusiones de los siguientes vencedores. La República no puede continuar con los mismos yerros y vicios de la política de los siglos XX y XXI, que no ayudaron a construir instituciones republicanas.
En este contexto, las elecciones del próximo Congreso pueden convertirse en la clave para la emergencia de un centro político que logre “constitucionalizar” (un término complicado) la administración de facto de Martín Vizcarra y, de otro lado, propiciar un diálogo para superar la envilecedora polarización que ha atravesado a la democracia desde la caída del fujimorato a inicios del nuevo siglo. El protagonismo de partidos y frentes ajenos a la polarización puede ser un factor decisivo.
Las repúblicas nunca se han construido sobre las exclusiones de determinados sectores. Ellas nacieron precisamente para evitar las guerras civiles y propiciar la inclusión en el sistema político de todos los actores. Y en ese esfuerzo no debe haber ni buenos ni malos, porque todos somos responsables del deterioro institucional que padecemos.
COMENTARIOS