LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Se cae el asalto plebiscitario
Se desinfla con rapidez el adelanto general
Más allá de que los números de las encuestadoras palaciegas registren algunos puntos de caída del presidente Vizcarra, el descenso de la popularidad presidencial se está produciendo a otra velocidad. No se puede hablar de caída libre, pero sí de algo parecido. Luego de la elección de Pedro Olaechea en la presidencia del Congreso y la reelección de Rosa Bartra en la Comisión de Constitución, la oposición en el Perú comenzó a hacer política y a restablecerse el equilibrio de poderes y el equilibrio político. Valga la redundancia.
La popularidad de Vizcarra no puede sobrevivir con el equilibrio. ¿Por qué? Porque “el fenómeno Vizcarra” solo se limita a una imagen: golpear al Congreso, liderar la judicialización de la oposición y el control de instituciones claves del sistema de justicia. ¿Qué sucede si el jefe de Estado sigue en guerra contra el Congreso y nadie le hace caso? Bueno, pues, que la figura de un jefe de Estado “combatiendo la corrupción” y a la ofensiva se acaba. En ese acto, el mandatario se queda desnudo y la gente observa su pésimo trabajo: crecimiento, seguridad ciudadana, reconstrucción y otros temas de gobernabilidad. Y el presidente Vizcarra puede entrar en barrena, en caída libre.
El proyecto de adelantar las elecciones es el intento final de los sectores comunistas y caviares de controlar el Estado de cara hacia las próximas elecciones. No importa si es el 2020 o el 2021, el problema es controlar. Y Vizcarra es funcional a esta estrategia, porque el jefe de Estado quiere huir de la responsabilidad de gobierno y conseguir protección política.
Ante esta situación, el nuevo rostro opositor ha aplicado criterios clásicos de la política. Como en la tradicional estrategia rusa de retroceder para que el desquiciado general muera con el invierno, Olaechea planteó el diálogo y se atrincheró en el criterio de “todo con la Constitución, nada sin ella”. Bartra aplicó la Carta Política y los reglamentos, y la presión palaciega, de algunos medios y de las encuestadoras, se evaporó. Siempre debió ser así.
El fracaso de la convocatoria de Vizcarra a la turba callejera, de alguna manera, ha sido el punto de quiebre de la estrategia plebiscitaria que desarrolló el jefe de Estado, respaldada por el bloque comunista-caviar desde el referendo pasado. Hoy Vizcarra está desnudo, solo, únicamente con el apoyo de los comunistas; incluso el tradicional caviar, acostumbrado al contrato estatal, comienza a distanciarse. Lo más seguro es que los profesores de ciencia política y derecho constitucional que pretendieron ponerle “materia gris” al asalto plebiscitario de las instituciones republicanas, comiencen a tomar distancia.
En este contexto, las fuerzas de oposición deberían concentrarse en el objetivo central de preservar la República y esperar, como manda el manual y las mejores tradiciones. Tomar la decisión de archivar la propuesta de adelanto general y aguardar la reacción del jefe de Estado. Si Vizcarra acepta el diálogo y el pacto político será lo mejor para las instituciones republicanas. Si plantea la cuestión de confianza los republicanos también tendremos que ir a la guerra y defender la constitucionalidad del asalto plebiscitario comunista- caviar.
El problema de un nuevo pacto es que pasa por recuperar las instituciones del sistema de justicia, que solo han servido para encarcelar y perseguir a la oposición, mientras se silba con las manos en los bolsillos frente a los casos de corrupción más grandes del siglo XX y XXI. También implica culminar con cualquier tipo de exclusión y veto político y desterrar el sueño comunista-caviar de enterrar en las cárceles y los cementerios al llamado “fujiaprismo”. Eso debe acabarse. En el Perú no deben resucitar los vetos del siglo XIX y XX, ni debe volver a respirar la estrategia comunista de enterrar al adversario.
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