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Recuperar a los partidos eliminando a las PASO

El papel de la partidocracia en el sistema republicano

Recuperar a los partidos eliminando a las PASO
Víctor Andrés Ponce
27 de noviembre del 2023


La Comisión de Constitución acaba de aprobar un dictamen en que se elimina las elecciones primarias abiertas y obligatorias (PASO), que copiaban el modelo kirchnerista argentino y europeo para el caso peruano. Igualmente, se acaba de aprobar que los movimientos regionales solo podrán existir si es que forman movimientos nacionales. La decisión de la comisión de Constitución, a nuestro entender, debe ser respaldada de principio a fin por los sectores que pretenden consolidar el Estado de derecho y crear un sistema de partidos políticos.

Las elecciones PASO, siguiendo el manual progresista que erosiona la viabilidad de Occidente, crea derechos y proclama intereses superiores de la sociedad, únicamente para empoderar al Estado sobre las organizaciones intermedias de la sociedad. Es decir, sobre los partidos políticos. En las PASO el JNE, la Reniec y la ONPE, se convierten en los grandes protagonistas, y las coaliciones y fracciones partidarias que suelen negociar, que suelen cuotear en cualquier democracia para elegir candidatos, son relegadas y postergadas. Si eso sucede, no se forman cúpulas, aristocracias partidarias o políticos profesionales, y solo quedan los caudillos y los dueños de las franquicias partidarias.

El problema del Perú de las últimas tres décadas en la política ha sido uno solo: la ausencia de partidocracia, un término que empezó a utilizar el autoritarismo fujimorista luego del golpe del 5 de abril y luego empleó el progresismo para implementar el golpe de Vizcarra. En Estados Unidos existe partidocracia porque el gobierno es del Partido Demócrata y del Partido Republicano. ¿O no? En la nación más libre del planeta, los poderes fácticos o se subordinan a la partidocracia o negocian con ella.

En Perú la ausencia de partidocracia le permitió a Fujimori y Vizcarra quebrar la institucionalidad democrática. De allí que la elección de los candidatos de los partidos debe corresponder a una lógica interna de las formaciones política y, de ninguna manera, a “la falacia de la movilización de la sociedad”, en donde los votantes de izquierda, las clientelas de las economías ilegales, podrían movilizarse para anular al candidato más viable de la derecha como una estrategia para garantizar el triunfo del antisistema.

Es evidente que se necesita ajustar los sistemas de entrada y retiro del sistema de acuerdo a los resultados electorales. No puede haber tantos partidos y candidatos. Igualmente se necesita la bicameralidad, eliminar la prohibición de reelección parlamentaria, restablecer el financiamiento libre y transparente del sector privado a los partidos y evitar que los tránsfugas se cambien de bancada parlamentaria con la pérdida de la curul (como sucede en las democracias desarrolladas). Se necesita todo eso para convertir a los partidos en “los príncipes de la democracia” que reciben la soberanía mediante el sufragio del pueblo, y que no lo sean los medios de comunicación o “una asociación de la llamada sociedad civil”. De lo contrario, regresará un nuevo Castillo que quebrará todo lo construido.

Desarrollando un análisis reduccionista se podría sostener que sin la destrucción de la partidocracia del siglo pasado nunca hubiese emergido la tragedia chavista que ahora hunde a la región; y tampoco hubiese sido posible imaginar la victoria de Pedro Castillo. ¿O no?

De allí la enorme importancia de establecer que el objetivo de la reforma electoral es empoderar a los partidos y minimizar el control del Estado, tal como acontece en las grandes democracias. En las primarias de los Estados Unidos, los procesos son de abajo hacia arriba hasta llegar a las grandes convenciones. Se combinan elecciones abiertas y democracia indirecta, pero totalmente libre de la injerencia del Estado federal.

Las PASO de los progresistas en Perú, América Latina y Europa, por el contrario, empoderan a la burocracia estatal y a los poderes fácticos, y reducen a la mínima expresión a las dirigencias partidarias, cuya existencia natural está vinculada a elección de representantes.

Víctor Andrés Ponce
27 de noviembre del 2023

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