LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
¡No se defiende la República sin defender la inversión privada!
El papel de las bancadas del Congreso en debate
El triunfo total de las corrientes neomarxistas en la imposición de los sentidos comunes en el espacio público del país ha llevado a algunos a creer que se puede defender el equilibrio de poderes, los contrapesos en la sociedad y la posibilidad de elecciones transparentes, sin defender a la inversión privada.
Una expresión de esta tendencia, por ejemplo, es la conducta de la mayoría de bancadas del Congreso. No se puede negar que el Legislativo ha recuperado el equilibrio de poderes para el sistema republicano desde que, con el pasado referendo y el cierre inconstitucional del Congreso, iniciamos un camino plebiscitario que nos señalaba –en la práctica– que las mayorías circunstanciales estaban por encima de la Constitución y las instituciones. Hoy existe un mayor equilibrio de poderes.
Sin embargo, las bancadas del Legislativo han recorrido este camino compitiendo con el Ejecutivo en populismo. Si bien solo hubo dos leyes demagógicas (la de las AFP y la de peajes), la proliferación de iniciativas que buscan regular precios y mercados en medicinas, pensiones educativas y tasas de interés, le causa el mismo mal al sector privado que el infligido por el pasado Gabinete Zevallos.
Ahora bien, ¿se puede defender el equilibrio de poderes sin defender al sector privado? Imposible. Desde el fin de la Guerra Fría todos los regímenes antirrepublicanos en América Latina y el mundo se han mantenido concentrando el poder económico, es decir, estatizando: desde los chavismos hasta las teocracias (la excepción es China, pero es tema aparte). De otro lado. La historia y la teoría nos indican que si la economía pertenece a una abrumadora mayoría de privados no hay rey ni partido que logre concentrar el poder. Y si hay dudas, cerremos los ojos e imaginemos una república en donde no haya mayoría económica privada. Imposible. Por eso el viejo Marx decía, con propiedad, que la democracia era el régimen de la burguesía.
Por esas razones las nueve bancadas del Congreso que, de alguna manera, han logrado restablecer el equilibrio de poderes deberían abandonar la guerra populista con el Ejecutivo –luego de la salida del Gabinete Zevallos– y focalizarse en la gran contradicción que atenaza al Perú: la continuidad del sistema republicano o una salida populista, colectivista, con apellido autoritario.
Si las cosas se observaran de esa manera es casi seguro que, en la coalición de partidos que hoy conduce el Legislativo, surgiría la consciencia de que el verdadero enemigo está en el ejército ideológico que conducen el Frente Amplio y los sectores colectivistas de otros partidos. Las propuestas que buscan regular precios y mercados en medicinas, pensiones educativas y tasas de interés bancarias, que pretenden ganar aplausos fáciles liquidando el sistema previsional privado, solo destruirán al sector privado, llevando al Perú a la disyuntiva de estatizar o continuar con el modelo.
Si el país empezará una ola de estatizaciones, los proyectos colectivistas y comunistas llegarían a tomar el poder sin haber ganado una sola elección. Es decir, desmontando el modelo económico y social ladrillo por ladrillo, sin necesidad de conducir directamente el Estado. ¡A reaccionar!
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