LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Luis Alberto Sánchez, Luis Castañeda y la ausencia de una derecha inteligente
Se comienza a olvidar que el proyecto bolivariano amenaza la libertad
El Partido Aprista Peruano y el alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, se han trenzado en una guerra sin cuartel por la decisión del burgomaestre limeño de cambiar el nombre del "Parque de la cultura Luis Alberto Sánchez" por el de "Luis Castañeda Lossio". La guerra se elevó en tonos y candelas, y en las redes sociales prosperaron los adjetivos y las amenazas. En otras palabras, dos corrientes de la centro derecha se lanzaban misiles como si disputaran con enemigos de la democracia.
Una primera mirada al problema permite señalar que ni el gran Luis Alberto Sánchez ni el gran Luis Castañeda Lossio se merecen esta guerra descalificadora. Sánchez es el símbolo y paradigma del intelectual, del académico, del rector de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, la primera universidad de la república, que se vincula a la política y a un gran partido político como el Apra. Por su lado, Luis Castañeda Lossio, uno de los mejores alcaldes de la historia republicana, sobre todo si consideramos su obra física para los sectores populares, es esencialmente un hacedor, en el mejor sentido del término.
¿Por qué entonces un intelectual y político exquisito tendría que oponerse a un hacedor, a un constructor? En cualquier narrativa histórica ambos deberían tener su lugar, considerando que la amenaza del proyecto bolivariano y los corrosivos relatos progresistas amenazan la continuidad del sistema republicano.
Por ejemplo, solo basta mirar en la otra orilla y recordar las películas sobre Hugo Blanco, Javier Diez Canseco y Javier Heraud, que promueve y fomenta la izquierda, para entender la importancia de la memoria en las guerras por la cultura. A nadie en la izquierda se le ocurriría contraponer a los tres profetas izquierdistas, todos ellos comunistas, defensores de la violencia como la partera de la historia, más allá de que unos la llevaran a la práctica y otros no pasaran de la teoría.
En una conversación con Juan Sheput, me dijo que la crisis del sistema político ha llegado a todos lados y lo permea todo. Agregó que en décadas pasadas, ante el diferendo sobre el nombre del Parque de la Cultura, los políticos se hubiesen reunido a puerta cerrada para resolver el impasse. En cualquier caso, en todos lados parecen olvidados los manuales de la buena política, de aquella que construye democracia.
Cuando los relatos neofascistas de progresistas y comunistas imponen sobre todos los actores políticos --incluidos los de la derecha– sus estilos de confrontación, que buscan excluir a rivales y adversarios y convierten cualquier disputa en una polarización entre lo bueno y lo malo, es inevitable concluir que los enemigos de la democracia están ganando la batalla por largo trecho, como se dice.
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