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¿Los partidos al sarcófago?

Los predominantes políticos neofujimoristas

¿Los partidos al sarcófago?
Víctor Andrés Ponce
05 de marzo del 2019

 

El congresista Salvador Heresi y un grupo de allegados decidieron que Peruanos por el Kambio se convirtiera en Contigo y, enseguida, el mencionado parlamentario anunció que la franquicia política que él representaba estaba considerando la posibilidad de postular a Martín Vizcarra a la reelección. La audacia de Heresi —que luego rectificó— tuvo la virtud de revelarnos la magnitud de la crisis política en que se ha hundido la democracia peruana. En un solo gesto, en un solo acto, se desnudó toda la orfandad de nuestro intento republicano, que no podrá prosperar sin partidos políticos. Más allá de que la sociedad de redes, de los universos digitales, comience a coparlo todo.

En primer lugar, Heresi cambia el nombre de su partido como si se tratara de modificar la marca de una tienda de ropas. ¿Se imaginan ustedes a los apristas, a los pepecistas, a los acciopopulistas o, un poco más lejos, a los demócratas y republicanos en Estados Unidos, intentando cambiar el nombre de sus partidos históricos para enfrentar una nueva aventura electoral? El asunto es grave porque, incluso, hay sociólogos que suelen hablar de marcas como sinónimos de partidos.

La idea del partido descartable, de partido de marca, que se cambia de acuerdo a las circunstancias electorales fue patentada por Alberto Fujimori en los noventa. Los partidos que creó el ex Presidente se pierden en la memoria. Pero a partir de allí casi todos los políticos asumieron ese criterio fundacional: Ricardo Belmont, Alberto Andrade, Toledo, Humala, PPK, Vizcarra, Villarán, Guzmán, etcétera. Los nombres de los líderes quedan, pero los partidos desaparecen. Y es que la idea del partido descartable está intrínsecamente asociada al caudillo, al candidato electoral. El partido político, entonces, no se convierte en una institución que intermedia los intereses de la sociedad frente al Estado, sino en un simple vehículoelectoral.

Quizá por esas razones, Heresi, fiel a su naturaleza política, haya propuesto la posibilidad de apoyar una eventual reelección de Vizcarra, no obstante que la Constitución y las dos décadas de continuidad democrática (cuatro gobiernos sucesivos sin interrupción) tienen en la no reelección presidencial uno de sus pilares fundamentales. La democracia peruana, pues, no ha sido empujada al abismo por casualidad. Desde los yerros gigantescos que acumuló Fuerza Popular —que pulverizó la legitimidad del concepto de mayoría parlamentaria— hasta la guerra total que desarrolló Vizcarra, todo parece confabularse para desaparecer el concepto clásico de partido político, que posibilitó construir repúblicas luego de que los monarcas absolutos cedieran el poder.

Con el objeto de detener los yerros de Fuerza Popular, incluso entidades como el Tribunal Constitucional han promovido el abierto transfuguismo, debilitando los pocos restos partidarios. Ni qué decir de los terribles resultados del referéndum, que han barbarizado nuestro sistema político, ni de las camaleónicas posiciones de las ONG marxistas que —antes de la mayoría legislativa absoluta de Fuerza Popular en el 2016— solían promover el fortalecimiento de los partidos. Hoy hasta los medios tradicionales suelen celebrar todos los gestos anti partido, como sucedía con el transfuguismo de los noventa.

El acto fundacional de Heresi, pues, nos recuerda que estamos anclados en la política que inauguró el fujimorato. Quizá la mayor expresión del deterioro político de los actores públicos sea la distancia sideral con cualquier tema vinculado a la ideología. Al respecto valdría recordar que los sistemas políticos anglosajones que fundaron las repúblicas modernas solo nacieron de los debates ideológicos y siguen reinventándose con esas discusiones. No es exagerado sostener que las repúblicas solo se alimentan de ideologías.

 

Víctor Andrés Ponce
05 de marzo del 2019

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