LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
La trascendencia de la agenda electoral
¿Se impondrá nueva agenda en el país?
Días atrás Jaime de Althaus desarrolló un interesante ejercicio en su cuenta personal de Twitter, señalando que el Partido Morado había presentado a sus candidatos proponiendo ocho ejes de reforma en el próximo Congreso. En seguida, Daniel Córdova (de APP) anunció que plantearía una modificación a la Ley de Minería para que, al lado del Estudio de Impacto Ambiental, se presente un Estudio de Desarrollo Integral que armonice compromisos de inversión entre el Estado, la empresa y la comunidad. Hubo otros pronunciamientos de AP y del PPC y, de pronto, por un breve tiempo la política peruana parecía desplazarse desde la extrema judicialización hasta el ámbito de las propuestas.
Aunque parezca mentira, en la posibilidad de desarrollar una agenda que supere las noticias de acusaciones también se juega la de restablecer el equilibrio de poderes, luego del cierre inconstitucional del Legislativo. ¿Por qué? Una de las causas del derrumbe del sistema político fue la guerra política, el arrinconamiento del adversario y su posterior judicialización. Y otra, evidentemente, fue la renuncia a las propuestas y reformas.
Fuerza Popular, por ejemplo, renunció a las reformas, no obstante que tuvo los votos para transformar el país. No lo hizo y, de alguna manera, el pueblo se distanció. Martín Vizcarra continuó con la confrontación, triunfó en diversas batallas y ganó parcialmente en el conflicto. Sin embargo, hasta hoy, pese a tener todas las posibilidades a su alcance, no lidera reformas que relancen el crecimiento y el desarrollo.
Vizcarra ganó todas las batallas presentándose como el reformador de la Constitución frente a las renuncias fujimoristas. En este contexto, vale preguntarse si el nuevo Congreso a instalarse en el 2020 puede cometer los mismos errores del anterior, sobre todo los vinculados a la renuncia a las reformas. Es evidente que no. Sería la puesta en escena de un harakiri. De allí la enorme importancia de que el desarrollo de la campaña electoral supere las excomuniones de la polaridad fujimorismo versus antifujimorismo, que ha envilecido el espacio público y se organice un nuevo escenario.
Sospecho que no solo se trata de qué le conviene al país, sino también de qué es lo más provechoso para una estrategia electoral en estas circunstancias. Varias corazonadas nos indican que el electorado está hastiado de la guerra y la judicialización de la política. De una u otra manera se busca voltear algunas páginas. De allí que el centro político en estos comicios puede convertirse en un poderoso núcleo de gravedad que debilite a los extremos de la polarización.
En cualquier caso, la mejor manera de asumir hoy en las elecciones pasa por convertir estos comicios en uno en que las propuestas, los debates de ideas y de alternativas, superen los ataques y los intentos de exterminar a los adversarios. Veremos.
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