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La normalidad es una sola

Apuntes sobre la situación de la pandemia y la recesión

La normalidad es una sola
Víctor Andrés Ponce
28 de mayo del 2020


El fracaso en la contención de la pandemia y el justificado pánico que genera el desconocido coronavirus impulsa a ciertos sectores a sostener que el mundo, tal como lo conocemos, ha cambiado para siempre, y que las grandes tendencias que han organizado la globalización actual no van más. Sin embargo, a fines de este año en el planeta puede haber más de seis vacunas a disposición de los países. ¿Acaso seguiremos hablando de que el mundo ha cambiado para siempre? Parece difícil. Lo cierto es que este mundo, tal como es, posibilitará que la vacuna supere cualquier expectativa. Antes de las vacunas contra la polio o la tuberculosis demoraban décadas. Hoy la vacuna anti Covid-19 demorará meses.

De allí que todo sea relativo. Es evidente que el cisne negro que ha irrumpido en la globalización cambiará muchas cosas. Por ejemplo, es posible que ahora todos los recursos ya no se concentren tanto en la tecnología militar de los países desarrollados, sino que se deriven a los sistemas e investigaciones de salud. No hay guerra económica ni militar posible con virus como el del Covid-19. Pero el mundo superará con rapidez la pandemia no solo por el curso natural del virus, sino también porque la globalización actual –a diferencia de las otras– posibilita que decenas de empresas privadas y estados corran contra el tiempo en pos de la vacuna. Y lo más probables es que con megaciudades de más diez millones de habitantes todos entiendan la magnitud de la nueva guerra mundial: la guerra contra los gérmenes.

El mundo cambiará, pues, pero no tanto. La globalización se modificará, pero manteniendo sus matrices organizadoras. De allí que la normalidad seguirá siendo la misma. Es decir, la normalidad tal como la conocemos. En algunos países como Perú y España se ha acuñado frases como “la nueva normalidad”, algo que, por decir lo menos, no parece apropiado en tiempos de estado de emergencia, en que es restringen ciertos derechos constitucionales. En nuestro país, incluso, se habla de la posibilidad de prolongar el toque de queda hasta fines de este año.

En los sistemas republicanos los estados de emergencia o los estados de excepción tienen un carácter extremadamente temporal, al margen de la magnitud o la ferocidad de la amenaza. Por ejemplo, el Parlamento británico, en medio de los bombardeos nazis sobre Londres –entre los más devastadores de la historia– sesionaba e interpelaba ministros. La prensa y los medios cuestionaban las decisiones más polémicas de Churchill, uno de los gigantes de esa guerra mundial. La república británica se mantuvo de pie, sobrevivió y se fortaleció, frente a la peor amenaza de su historia.

¿A qué viene todo esto? Ha sido extremadamente gratificante contemplar al presidente del Consejo de Ministros, Vicente Zeballos, exponer ante el Congreso, no obstante que en el Ejecutivo había claras reticencias a asistir al hemiciclo invocando “la nueva normalidad” frente al Covid-19. El Congreso vuelve ejercer sus fueros en medio de la pandemia y recesión que desatarán retrocesos parecidos a los de la Guerra del Pacífico. 

Pero no solo trata del Congreso. Frente a la decisión errada del Ejecutivo de pretender prolongar un confinamiento de tres meses y medio sin trabajar, con las empresas y ciudadanos sin ingresos, esta semana las sociedades formales e informales salieron a trabajar porque, de lo contrario, los sectores emergentes e informales se morían de hambre. De alguna manera la mayoría de la sociedad no aceptó la idea de “la nueva normalidad” que algunos pretenden plantear.

Sin embargo, nuestra normalidad tiene que dejar a un lado aspectos de su normalidad, por decirlo de alguna manera. El Congreso y la sociedad tienen que guardar los criterios de distancia social en el ejercicio de sus funciones (el Legislativo lo hizo muy bien), usar tapabocas y buscar el lavatorio y jabón más cercanos. Algo debe cambiar, pero no tanto como para sacrificar pilares fundamentales de la vida republicana y las sociedades abiertas.

En el Congreso, pues, se ha marcado la pauta en esta especie de normalización de las cosas. Sin embargo, se debe subordinar a todas las alas populistas, estatistas y demagógicas, que pretenden crear “una nueva normalidad arrasando con el mercado y la libertad económica”.

Víctor Andrés Ponce
28 de mayo del 2020

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