LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
La madre de las libertades
La prensa independiente es un gigantesco activo de la democracia
No obstante que un sector de la izquierda sostiene que la libertad de prensa está amenazada por una supuesta “concentración de medios”, es evidente e inobjetable que, por diversas razones, en el Perú ha surgido una de las prensas más independientes e irreverentes de la región. Cuando los observadores extranjeros analizan el caso peruano no pueden entender cómo la democracia se consolida con la cercanía de un cuarto proceso electoral sucesivo y la economía de mercado se preserva durante un cuarto de siglo, no obstante que las instituciones y los políticos concentran la ira y la reprobación ciudadana.
Para comprender la magnitud de los hechos habría que señalar que donde las instituciones y los partidos se desbarrancaron en el descrédito, la democracia y el mercado sucumbieron al estatismo autoritario. Allí están los casos de Venezuela, Argentina, Ecuador y Bolivia.
Quizá una de las explicaciones de nuestra persistencia en el camino de la libertad, a pesar de frenazos y polarizaciones, tenga que ver con el surgimiento de una prensa independiente que, de una u otra manera, ya empieza a compartir las características libertarias de los medios de Occidente.
Los amigos de la izquierda suelen repetir que el régimen nacionalista nunca tuvo una agenda autoritaria ni estatista y, en el mejor de los casos, que las cosas están garantizadas porque tenemos unos “garantes” de varios quilates. Sin embargo el intento de comprar La Pampilla y la llamada “repartija” desdicen frontalmente esas aproximaciones. Si el gobierno no avanzó por esa ruta solo se explica porque una amplia mayoría social, política y mediática se le paró enfrente. Y los medios tuvieron un enorme papel. Solo basta revisar las portadas de los diarios para entender que los que se opusieron al monopolio de combustibles son los mismos que defendieron la autonomía del TC, del BCR y de la Defensoría del Pueblo.
Pero lo que empezó a gestar una confluencia de medios de derechas, izquierdas y otros, fueron las denuncias de corrupción regional y de la existencia de organizaciones criminales vinculadas a los poderes políticos locales. Por ejemplo, el caso de Ancash aparecía con intermitencia en los medios de comunicación, pero cuando se convirtió en una convergencia mediática nacional los sectores sanos de la fiscalía, la judicatura y la policía se movilizaron, y entonces César Álvarez terminó detenido y procesado. La supuesta organización criminal liderada por Rodolfo Orellana, que, si se confirman sus ramificaciones en el Poder Judicial, la Fiscalía, la policía el Congreso y los gobiernos regionales, se parecería bastante a la red delictiva que montó Montesinos en los noventa, puso en prueba a la democracia y ésta salió airosa del examen. Pero una vez más, la prensa se convirtió en la avanzada contra un poder de corrupción que parecía intocable en los pasillos judiciales.
La prensa independiente se ha convertido, pues, en un gigantesco activo de la libertad en medio del descrédito de los políticos y las instituciones. Luego de la experiencia del fujimorato en los noventa y los regímenes bolivarianos de hoy, todos nos percatamos de que los autoritarismos pueden encumbrarse con la “mayoría del voto popular”. Los recursos del Estado y la clientela posibilitan estrategias victoriosas con el sufragio. Sin embargo, los autoritarismos solo pueden perpetuarse en el poder cuando derriban la libertad de prensa. Es decir, esta libertad se ha convertido en madre de todas las libertades sin la cual la democracia sufre de una enfermedad terminal.
Por Víctor Andrés Ponce
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