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La guerra ideológica que se pierde

La guerra ideológica que se pierde
Víctor Andrés Ponce
20 de octubre del 2017

El avance del antisistema en medio de la polarización

 

La izquierda y las propuestas antisistema en el Perú no ganan elecciones, pero si logran hacer pasar leyes, regulaciones y procedimientos que, de una u otra manera, se convierten en murallas para la inversión privada y abonan directamente a sus estrategias políticas hacia el 2021.

El incremento de de 25 a 265 procedimientos para desarrollar una mina, la ley de cabeceras de cuenca que establece la posibilidad de declarar libre de minería a cualquier zona por encima de los 3,000 metros sobre el nivel del mar, la prohibición de utilizar leche en polvo importada en la elaboración de lácteos y la continuidad de los procesos de desalojo de la Superintendencia de Bienes Nacionales contra miles de posesionarios de las playas norte del Perú, violando la Constitución y el Código Civil, son ejemplos incuestionables de cómo se están desorganizando todos los activos económicos y sociales que el Perú ha construido en los últimos 25 años. Algo grave está sucediendo de manera muy lenta, a cuentagotas. Sin embargo quienes pretenden defender la economía de mercado y el modelo no se dan por enterados.

Es difícil ver el panorama cuando el cielo está lleno de humo. Y humo denso y negro es la polaridad fujimorismo versus antifujimorismo que el establishment está empeñado en continuar por el pavor de perder determinadas ubicaciones en el Estado. Desde políticos hasta medios y analistas del día cometen una grave irresponsabilidad alentando esta confrontación ficticia.

Al respecto vale recordar que las últimas cuatro elecciones nacionales, de alguna forma, estuvieron signadas por la polaridad fujimorismo versus antifujimorismo, exceptuando las del 2006, en que se impuso Alan García. Una de las características de las últimas tres elecciones reside en que colisionaron propuestas prosistema versus antisistema. Por ejemplo, si en el 2006 ganaba el Ollanta Humala del polo rojo quizá el país habría enrumbado por la tragedia estatista. Si el 2011 el fujimorismo no hubiera sumado la otra mitad electoral, a lo mejor se habría implementado el plan de la Gran Transformación. Y si el 2016 Verónika Mendoza pasaba a la segunda vuelta muchas cosas serían diferentes en el Perú de hoy.

En otras palabras, ¿no no estamos salvando por el azar? O a riesgo de elogiar a los naranjas, ¿acaso porque el fujimorismo se ha convertido en una especie de muro de contención del avance antisistema en los sectores populares? Sin embargo todas estas cosas podrían cambiar si avanzamos hacia una quinta elección nacional sin interrupciones manteniendo la polaridad fujimorismo versus antifujimorismo.

En primer lugar, porque la señalada polaridad posterga los acuerdos Ejecutivo-Legislativo, urgentes para desarrollar una agenda mínima de reformas que permita relanzar el crecimiento y seguir reduciendo pobreza. Si bien el precio del cobre, la eventual clasificación al mundial de fútbol y la próxima visita del Papa oxigenan al Ejecutivo, dejar las cosas como están —mientras nos entretenemos en una confrontación irreal— es jugar con fuego o quizá asumir una actitud frívola frente a los dramas del país.

En segundo lugar, las cosas podrían volverse en contra de la defensa del modelo si el fujimorismo, en medio de una guerra sin cuartel contra los antifujimoristas, empieza a deslizarse hacia propuestas populistas y estatistas hasta volverse irreconocible. Y por lo tanto, más fácil de vencer en los sectores populares por las propuestas antisistema.

En cualquier caso, detrás de esta polarización ilusoria está la derrota ideológica de quienes pretenden defender el modelo económico y social que nos ha posibilitado organizar el mejor momento de nuestra historia republicana. Si hay alguna duda, volvamos a revisar las leyes de signo estatista que está aprobando el Congreso, la renuncia del Ejecutivo a desarrollar una reforma laboral y el silencio de los medios y el Perú oficial frente a la brutal ofensiva del radicalismo contra el Corredor Minero del Sur, área en que se produce más de 50% del cobre nacional, una producción que evita el país se hunda en la recesión. Más allá de la clasificación al mundial, el mercado ya pierde por goleada.

Víctor Andrés Ponce

Víctor Andrés Ponce
20 de octubre del 2017

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