La foto de los mandiles rosados

¿Por qué el Gobierno de Martín Vizcarra promovió una fotografía del alto mando del Ejército con mandiles rosados? ¿Por el asunto de la igualdad y la ideología de género? De ninguna manera. Imposible. Demasiado costo, demasiado riesgo, para tanto atrevimiento. Todo parece indicar que los estrategas palaciegos habrían ideado la fotografía para dejar en claro que en el nuevo choque Ejecutivo-Legislativo que se avecina para el próximo 28 de julio, las Fuerzas Armadas están con el gobierno de Vizcarra.

¿Qué revelaría semejante intención? Que en el Ejecutivo hay desesperación, pánico, ante la posibilidad de que el Congreso se plante en sus trece y haga valer los fueros constitucionales y legales frente a la arremetida plebiscitaria del vizcarrismo. Si el Congreso se niega a los zurcidos y parches constitucionales que están destruyendo la Constitución de 1993, el Ejecutivo quedaría en la disyuntiva de respetar la Carta Política o proceder a un cierre de facto del Legislativo. Participamos de la tesis de que Vizcarra no se auto condenará al infierno lo que resta de vida (tal como le sucedió a Leguía y Fujimori), convirtiéndose en un dictador, en un autócrata más del vecindario latinoamericano. El Perú no es Venezuela ni Bolivia. Abismales diferencias.

Los mandiles rosados, pues, solo intentarían enviar un mensaje a la bancada naranja que, luego del encierro de Keiko Fujimori, ha retrocedido a tontas y locas creyendo que así acelera la libertad de su lideresa. Bueno, ha sucedido todo lo contrario. Los mandiles rosados serían, entonces, una clara misiva para el Legislativo.

Los estrategas palaciegos considerarían, pues, que pueden seguir con el atarante instalado desde el referéndum pasado. Al margen de valoraciones sobre el papel del mandil y el color rosado en la igualdad de los sexos (verdaderas nimiedades de una izquierda ociosa), en las Fuerzas Armadas se ha desatado una irritación general contra la línea de mando del Ejército que aceptó la puesta del mandil. Además, la administración Vizcarra, cada vez más, empieza a ser identificada con la izquierda y las ONG que persiguieron y judicializaron a los militares en las últimas tres décadas. ¿Cómo entonces se puede pretender enviar el mensaje acerca de que los militares apoyarían a Vizcarra en un eventual inconstitucional cierre del Congreso?

El atarante se ha convertido en la práctica política de los sectores marxistas que hoy casi controlan Palacio. Todo empezó cuando se detuvo a Keiko por tinterilladas procesales (no hay acusación y todo señala que no hay delito) y el fujimorismo no utilizó su mayoría parlamentaria para defender las instituciones. Las reformas constitucionales del referendo suman otro capítulo de la estrategia del atarante. Recientemente un grupo de muchachos organizados en la llamada “La Resistencia” comenzó a desarrollar diversos plantones y luego se pararon en el local del IDL. La cosa molesta, seguro, pero todo se desarrolló dentro de los marcos ciudadanos. No hubo nada parecido a la violencia de los activistas antimineros, defendidos legalmente por IDL.

Sin embargo, los activistas de IDL-Reporteros reaccionaron con la estrategia del atarante: amenazas de juicios y procesos —¿utilizando a los fiscales politizados?— solo por ejercer el derecho a la expresión. No obstante, en las redes se desató una desconocida respuesta de solidaridad de ciudadanos con DNI, que se identificaban como parte de los plantones. Una conducta diferente frente al atarante.

En cualquier caso, todo indica que el ciclo de choques Ejecutivo- Legislativo que el presidente Vizcarra cultiva con fruición —al margen del frenazo de la economía— en base a la política del atarante debe culminar este 28 de julio, ya sea porque el Congreso se decida a defender las instituciones o porque Vizcarra se convierta en simple dictador. Un simple empate también será el final de uno de los lados.