LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Keiko encarcelada
La estrategia que presiona a jueces y magistrados
Como la campaña que se desató antes de que se encarcelara a Keiko Fujimori y la dirigencia de Fuerza Popular, como en la demolición de Alan García luego de su suicidio, como en la movilización para liquidar al ex Fiscal de la Nación Pedro Chávarry, hoy los medios de comunicación rebotan los dichos de los “colaboradores eficaces” de los fiscales vinculados a IDL-Reporteros. El objetivo: lograr a cualquier costo que se rechace la casación que se verá en la Sala Suprema sobre la detención preventiva de Keiko Fujimori. La destacada política que participó en las últimas dos segundas vueltas electorales, que nunca tocó un centavo del erario público, debe permanecer encerrada hasta el 2021, al margen de que su situación sea justa o no.
En ese camino, la campaña sobre el muñeco de “los Cuellos Blancos” creada por las fiscales amigas de IDL —por decir lo menos— también debe apuntar contra congresistas como Úrsula Letona o Micky Torres. Nadie respeta honras ni trayectorias, valores de un pasado ya lejano. Igualmente se publican audios en los que Aldo Figueroa, el juez supremo que iba a ver la casación de Keiko, conversa con Walter Ríos. Pero en los diálogos no hay nada incriminatorio, solo favores que se piden entre magistrados; tal como lo hizo César San Martín, otro supremo vinculado a la izquierda caviar. Sin embargo, Figueroa es crucificado por una coalición mediática, que ya se convirtió en un problema para el futuro de la República.
La cosa es tan intensa que el presidente de la Suprema, José Luis Lecaros, ha declarado que Figueroa debe inhibirse de ver el caso, pero que la cosa depende del propio magistrado linchado. ¿Cómo se entiende algo así, luego de que la propia Suprema denegará la recusación de Figueroa? El propio presidente de la Judicatura enmienda la plana al sistema. ¿Por qué? ¿Qué sucede? Hoy todos parecen asustados. Al final Figueroa se inhibió y la sensación de que no existe justicia en el Perú se expandió.
Unas horas antes de esta campaña, el Perú estaba en vilo por la eventualidad de una disolución del Congreso, hoy llueve candela del cielo para evitar la liberación de Keiko. Es como si la coalición vizcarrista solo tuviese la alternativa de fugar hacia adelante. No hay espacio para la reflexión ni las reconsideraciones.
Todos sabemos que la carcelería de Keiko es una barbaridad jurídica. Todos sabemos que está mal, que es injusto y que, finalmente, es un acto puro de corrupción, un delito que algunos pagarán. Sin embargo, la fuga es hacia adelante, se trata de correr para evitar el pasado, el presente.
Quizá alguien pretenda racionalizar las cosas de la siguiente manera: si Keiko sale en libertad vuelve la guerra política y adiós gobernabilidad. Argumento imposible. Después del referéndum, del encierro de Keiko, del suicidio de Alan García, la guerra ha recrudecido a extremos inimaginables. Hoy la guerra es tan intensa que el Perú puede estar a media cuadra de la recesión.
¿Por qué entonces persistir en una injusticia parecida a las que hubo en la ex Unión Soviética? En algunos medios podría haber la consideración de que una Keiko en libertad promovería que el Congreso vuelva a legislar sobre la publicidad estatal. Algo así sería terminar con “los nuevos concesionarios del guano del siglo XXI”. En realidad, el argumento hasta puede ser anecdótico. La verdadera razón: la estrategia marxista de captura de las instituciones requiere la ausencia de oposición. Sin embargo, quizá lo más conveniente para el comunista sería una oposición keikista. La respuesta alternativa que se viene es pétrea, demasiado dura.
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