LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Intolerancia, Nueva Inquisición, ¿cómo lo llamamos?
La feroz guerra ideológica que atraviesa el planeta
El movimiento Black Lives Matter presiona para que se cambie el nombre de una de las torres de la universidad de Edimburgo, que lleva el nombre de David Hume. El motivo: Hume “era racista y contemplativo con la esclavitud”. El rector, aterrado, acepta el cambio de nombre. De esta manera uno de los grandes de la Ilustración escocesa, el empirista, el escéptico que, de alguna manera, fundó la tradición moderna conservadora, en oposición al racionalismo iluminista de los jacobinos, es desterrado del panteón del pensamiento.
Igualmente, en Estados Unidos, el movimiento Blacks Lives Matter derriba las estatuas de los padres fundadores (también por esclavistas) de la primera república no monárquica de la modernidad, que ha mantenido la libertad durante dos siglos. En América Latina las repúblicas no monárquicas se convirtieron en caricaturas de las que se sirvieron caudillos civiles y militares. En Inglaterra, la estatua de Winston Churchill es mancillada por racista, dice Blacks, no obstante que es el símbolo de la lucha contra el racismo genocida del nazismo.
Igualmente, los bustos de Cervantes son maculados en toda Iberoamérica mientras que en el Perú un programa de “Aprendo en casa”, habla de un “español estandarizado que hablan las clases dominantes y excluye a los castellanos populares”. El objetivo: vaciar de contenido el lenguaje y eliminar la dependencia de la sintaxis y gramática de la Real Academia Española. Asimismo, en el Perú un sector del país empieza a llamar “extorsión” al intento de una mayoría del Congreso de negociar la salida de un ministro con el objeto de vaciar de contenido el concepto de negociación política. Sin ese concepto la democracia no sobreviviría. Así sucede –hace más de dos mil años–, desde que el Senado romano negociaba el lugar de los cónsules, por ejemplo.
Igualmente, más allá del error del Congreso de plantear una nueva vacancia, un sector de la sociedad pretende calificar de “sedición” al intento del Congreso de procesar una vacancia presidencial de acuerdo a lo establecido en la Constitución. En otras palabras, en todos lados se cuecen habas y se derriban estatuas y se deconstruye el lenguaje. Tarde o temprano “el todos, todas y todes”, llegará a “dioses, diosas y dieses” y desatará nuevas guerras de religiones. Y, a este paso, tendremos que derribar las estatuas de Sócrates, Platón y Aristóteles, por haber teorizado sobre la ciudad estado griega, que se basaba en ciudadanos y esclavos. Y en algunas universidades peruanas se empieza a pedir bibliografía solo hasta 1997 para evitar la bibliografía patriarcal, occidental, del hombre blanco.
¿Cómo llamamos a este fenómeno que empieza a tener las características de una nueva Inquisición o de las formas de intolerancia más reprobables de la historia de la humanidad? Un nuevo oscurantismo comienza a extenderse en el debate ideológico mundial y del Perú. Ya no es la universidad de Huamanga, ya no es Sendero, ya no son los Khmer Rouge, ni la brutalidad estalinista. La intolerancia viene de la racionalidad: “los hombres deben ser perfectos como los ángeles”, “igual que yo lo soy”, al margen de su época y momento histórico, más allá de los aportes que explican casi todo el pensamiento occidental, tal como sucede con los griegos, por ejemplo. Que empiece la quema de libros. La historia, pues, es un círculo que se repite.
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