LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Horas después del choque de poderes
Leyendo el rechazo del Congreso a la vacancia presidencial
Una de las preguntas que surge luego del frustrado proceso de vacancia presidencial es ¿quién sale fortalecido y quién pierde luego de la colisión de poderes? Los sectores que siguen apostando por la lógica de guerra política dirán que ganó el Ejecutivo porque es la instantánea que aparece al primer golpe de vista. Terrible error, terrible ingenuidad, o estrategia adrede para seguir guerreando y ver qué sucede.
Una clara mayoría de congresistas de Acción Popular, Alianza para el Progreso, Fuerza Popular y Somos Perú, a nuestro entender, se bajó de la locomotora de la vacancia presidencial porque, luego de iniciado el proceso, se percató de que la ciudadanía la rechazaba, igual que al Ejecutivo. En este escenario y en un país con instituciones debilitadas, la vacancia presidencial se convertía en un salto al vacío, en un tiro al aire. Todo podía suceder en un proceso de autodestrucción, hasta esas salidas excepcionales que caracterizaron a la política republicana del siglo XIX y XX.
Pero, ¿por qué el Congreso se ha distanciado tanto de la gente? Sorprendentemente por la irresponsabilidad populista de jugar con propuestas para la tribuna y ceder a la lógica irresponsable de Podemos. La idea de que en el Congreso había una olla de grillos, que ni siquiera sabía el papel del BCR en los últimos 30 años, pegó en la gente. Quizá por esa repentina percepción, la mayoría que comentamos rechazó la censura a María Antonieta Alva, titular del MEF, cuando, minutos antes, una abrumadora mayoría había ratificado a Manuel Merino en la presidencia del Congreso. Era un mensaje que se pretendía enviar.
Planteados estos hechos, a nuestro entender, hay un Ejecutivo antes del proceso de vacancia y otro después, más allá de que el deterioro de la popularidad presidencial comenzó luego de los yerros en el manejo de la pandemia y la reactivación. El presidente Vizcarra fue un jefe de Estado que –luego del cierre del Congreso– llegó a contar con una popularidad que, por momentos, se igualó con la aprobación de Fujimori en los noventa. Sin embargo, no utilizó ese apoyo para implementar una sola reforma ni resolver los problemas de gobernabilidad. Una popularidad que se malgastó en guerras políticas absurdas.
Hoy esa popularidad no existe ni existirá más. En cada barrio, en cada distrito, en cada provincia y en cada departamento hay una evaluación del actual Ejecutivo, porque todos tenemos muertos y conocidos sin empleo y con hambre. La pandemia se llevó la popularidad. Y las últimas fortalezas se evaporaron con los audios propalados y el proceso de vacancia.
En este contexto, en aras de la gobernabilidad, el Ejecutivo debería volver a sus fueros. Es decir, a gobernar, a enfrentar la pandemia, a posibilitar la reactivación económica y a olvidarse de “las reformas políticas y constitucionales”. Si se volviese a esa lógica de un “Ejecutivo reformador de la Constitución”, el ciclo de acciones y reacciones, inevitablemente, generarán un nuevo choque de poderes.
Lo ideal sería un entendimiento nacional para garantizar la gobernabilidad y elecciones transparentes. Sin embargo, algunos dicen que es pedir demasiado. Veremos entonces si la guerra ha terminado o solo se trata del final de un capítulo, de una batalla más.
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