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Ganadores y perdedores del domingo

Entre la polarización y los entendimientos

Ganadores y perdedores del domingo
Víctor Andrés Ponce
10 de octubre del 2018

 

Es indudable que el principal derrotado del domingo pasado ha sido Fuerza Popular (FP). Dos años y medio atrás, el fuerzapopularismo se constituía en la principal fuerza política del país y conseguía una de las mayorías absolutas legislativas más significativas de nuestra historia. ¿Qué pudo pasar para que FP solo gane 47 alcaldías distritales y tres provinciales? Hay muchas respuestas, pero una parece incuestionable: no obstante tener los votos y la mayoría para hacerlo, Fuerza Popular renunció a transformar el país, a liderar las reformas urgentes que necesita la sociedad y el crecimiento para seguir reduciendo pobreza.

Quizá todos los demás errores que se atribuyen a FP podrían ser asimilables, absorbidos, si es que hubiese utilizado su mayoría legislativa para transformar el país. En el balance, en la retina de la gente, se mantiene solo la oposición fuerzapopularista, el choque de poderes Ejecutivo y Legislativo, y también el intento de un sector del país de empujar la corrupción judicial hacia el lado de FP. Si la mayoría legislativa hubiese transformado el país, en el juicio ciudadanos cualquier error se difuminaría; tal como sucedía con el Apra en el siglo pasado, que desarrolló oposiciones mil veces más feroces que la del fuerzapopularismo, pero que siempre mantuvo el favor de su elector.

Pero no solo perdió el keikismo, sino también Peruanos por el Kambio, que apenas alcanzó el 0.35% de la votación en la capital y desapareció a nivel nacional. Igualmente, el Frente Amplio y Nuevo Perú fueron borrados del territorio electoral. Por ejemplo, Acción Popular está disputando el triunfo en las gobernaciones de Cajamarca y el Cusco, aplastando la tradicional hegemonía de la izquierda.

¿Qué significa que los actores políticos que protagonizan el actual proceso político hayan sido sancionados por el elector? De alguna manera la gente ha castigado la extrema polarización Ejecutivo versus Legislativo, que caracteriza al espacio público luego de las elecciones nacionales del 2016. Es decir, el ciudadano se está alejando de esta guerra política e institucional, que amenaza a todos los fundamentos políticos, institucionales y económicos logrados en los últimos 28 años. En otras palabras, el elector castiga a la guerra, a la falta de pactos y acuerdos. En cualquier caso, una buena e interesante noticia.

Siguiendo con este razonamiento, el ciudadano ha comenzado una búsqueda de fórmulas predecibles, que superen la extrema polarización que desangra a la democracia. Quizá el triunfo de Jorge Muñoz y Acción Popular (AP) en Lima revela una tendencia de ese tipo. Las cerca de 14 alcaldías distritales capitalinas conseguidas por AP parecen confirmar esa aproximación. Igualmente la posición expectante del Partido Popular Cristiano (PPC) y la evidente consolidación de Alianza para el Progreso a nivel nacional. Para decirlo con palabras simples, la gente busca entendimientos, sentido común. En cualquier caso, es lo que caracteriza al elector en democracia, una conducta que lo aleja de los populismos y los mesianismos.

Terminar con la polarización obliga perentoriamente a Fuerza Popular a convertir al Congreso en un centro de reformas económicas y sociales. Si lo hace podrá reinventarse, de lo contrario llegará la hora de las extinciones. Igualmente el fin de los enfrentamientos emplaza a las izquierdas a cambiar de prédicas y a interiorizar la democracia y la economía de mercado como conceptos organizadores. Acabar con la guerra política también deja sin posibilidades a los sectores caviares (marxistas y populistas sin partido) que han campeado durante las administraciones de Toledo, Humala, PPK y Vizcarra, justificando sus relaciones contractuales por su condición de buenos operadores en la polarización fujimorismo versus antifujimorismo. Algo así se termina con el regreso de fórmulas predecibles.

Falta tener una lectura de los movimientos regionales independientes —más allá de los triunfos antisistema en Puno y Junín—, que nos señalan que la democracia peruana sigue siendo una sin partidos, pero con un elector mucho más crítico, que desarrolla una racionalidad contra la guerra política y a favor de los acuerdos.

 

Víctor Andrés Ponce
10 de octubre del 2018

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