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Festival populista prepara asalto estatista

El comunismo agazapado construye su momento

Festival populista prepara asalto estatista
Víctor Andrés Ponce
28 de junio del 2020


En la lucha contra el populismo y el estatismo hay un antes y un después del amague de la estatización de las clínicas. Los ciudadanos, instituciones y empresas deben entender que nada será igual luego del gambito con el que el Ejecutivo pretendió cargar las responsabilidades de las atenciones de los pacientes del coronavirus al sector privado, que apenas recibe el 5% de la demanda. ¿Por qué es un antes y un después? Porque, como se dice en la Biblia, primero fue el verbo. Cuando desde la cúspide del poder se verbaliza la posibilidad de ignorar la Constitución, la inviolabilidad de los contratos, y relativizar la propiedad privada, entonces, la sociedad ya comienza cruzar la línea que atravesaron países como Venezuela y Bolivia antes del asalto chavista. Y es que primero es el verbo, es decir, la cultura, los sentidos comunes.

De allí que no sea extraño que en el Congreso se hayan comenzado a mover las fuerzas disolventes del populismo, del estatismo y de los comunistas a secas. Por ejemplo, en la Comisión de Defensa del Consumidor se aprueba una norma que congela los pagos de las obligaciones bancarias por 90 días, siempre que haya acuerdo entre las partes. Si los bancos están reprogramando deudas a 12 meses en base a acuerdos entre las partes, ¿cuál es la necesidad de esa norma? Una sola: entrar en competencia por la popularidad. 

De otro lado, en la Comisión de Educación se empieza a elaborar un dictamen para rebajar las pensiones de los colegios en 30%. ¿Los congresistas no saben acaso que los contratos entre los privados –es decir, entre el colegio y el padre de familia– no se pueden modificar por ley? ¿No saben acaso que la Constitución prohíbe el control de precios? Lo peor de todo: las entidades reguladas dejarán de recibir más del 50% de sus ingresos, y no podrán reprogramar obligaciones bancarias ni pensiones de las familias afectadas por la crisis.

Sin embargo, lo más grave es que se pretende desmontar el modelo constitucional, económico y social, molécula por molécula. Es decir, los congresistas no lo saben, pero el colectivismo, el estatismo, el comunismo –al desmontar molécula por molécula, ladrillo por ladrillo, las bases económicas sociales de las libertades económicas– están tomando el poder sin haber ganado una elección.

No nos cansaremos de repetirlo. La gravedad de la recesión que derribará más de 15% del PBI, destruirá más de tres millones de empleos y arrojará a un tercio de la población debajo de la línea de la pobreza, desatará el reflejo populista y estatista de los políticos que pretenden culpar al sector privado como una manera de ganar el voto de la semana. Cabalgando sobre la masiva tragedia de los peruanos organizan una tragedia que durará varias décadas. La única manera de salir del abismo es con más libertad económica, más mercado, más inversión y más empleo.

Los populistas en vez de denunciar a los burócratas que gastan US$ 65,000 millones anuales –aportado en más de 85% por el sector privado (antes de la pandemia) en ministerios sin utilidad social (Cultura, de la Mujer, Ambiente y Midis, entre otros) y en empresas estatales sin sentido–, pretenden demonizar al sector privado de las desgracias nacionales. El discurso marxista perfecto: el Estado no es el responsable de la falta de salud, oxígeno y respiradores en los hospitales, sino “los malditos empresarios chupasangres”. ¡Estatización o muerte!

Los congresistas de Acción Popular, de Alianza para el Progreso, de Fuerza Popular y de Somos Perú (Podemos se ha convertido en una fuerza irreconocible) no entienden que las primeras víctimas del asalto populista estatista que se organiza serán ellos mismos. No entienden que estas situaciones se repiten con frecuencia en la historia universal, antes del asalto comunista al poder.

El gran problema es que en el Congreso –como en el resto del país– solo los comunistas la tienen clara, como se dice. El resto juega a la popularidad, como los muchachos que nadan en el mar antes de ser partidos por el tiburón. ¡Despierten, amigos legisladores!

Víctor Andrés Ponce
28 de junio del 2020

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