LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
El viaje de España al pasado
El comunismo ignora el presente y desdeña el futuro
Ayer jueves los restos del general Francisco Franco fueron trasladados de su mausoleo en el Valle de los Caídos a un cementerio municipal en las afueras de Madrid. Debido a una llamada “Ley sobre la Memoria Histórica” –aprobada en el 2007, durante el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero–, de una u otra manera estaba pendiente el traslado de los restos de Franco. La administración socialista de Pedro Sánchez hoy logra consumar un objetivo muy caro para la izquierda española.
Si bien todos los actores de la izquierda y de la derecha acusan que Sánchez concreta el traslado del muerto de cara a las próximas elecciones del 10 de noviembre, es evidente que el periplo de los restos de Franco representa un durísimo golpe al proceso de transición española, que logró cerrar heridas casi mortales y construir un sistema político moderno.
La Guerra Civil Española, que culminó con el ascenso al poder de Franco, quien gobernó entre 1939 y 1975, fue una de las guerras civiles más cruentas y sanguinarias del mundo iberoamericano. A la muerte de Franco, el rey Juan Carlos tuvo la sabiduría de promover los diálogos y los acuerdos entre las derechas franquistas, los socialistas y los comunistas, que se habían sacado las entrañas durante la guerra civil.
Los pactos de La Moncloa reflejaron esos acuerdos y entendimientos que posibilitaron el surgimiento de un sistema de partidos modernos: la derecha española aglutinada en el Partido Popular y la izquierda organizada en el Partido Socialista Obrero Español. La República española se hizo fuerte y las instituciones se enraizaron, hasta que la crisis del Estado de bienestar europeo golpeó con dureza el proceso español. Surgieron entonces Podemos por la izquierda y Ciudadanos y Vox por la derecha, amenazando el bipartidismo de la transición. Sin embargo, ninguna crisis derribó la institucionalidad construida.
¿Cuál fue la clave del éxito político e institucional español? Aunque parezca chocante, el olvido, la amnesia frente a las barbaridades de la guerra civil. Y el olvido era necesario porque Franco no solo fue un autoritario o un dictador, sino también el hombre que detuvo en seco el experimento soviético que se agazapaba detrás de la II República española, en la que los comunistas asaltaban seminarios y quemaban vivos a futuros sacerdotes. Si se desentierra la historia, las masacres afloran de todas las direcciones.
Hoy entonces, con el traslado de los restos de Franco, el olvido se posterga y regresa la memoria, tal como, por ejemplo, ha sucedido en el Perú. El informe de la Comisión de Verdad y Reconciliación (CVR) promovió la memoria, pero desde el punto de vista de uno de los sectores. El resultado, casi automáticamente, se trasladó al sistema político con la feroz contradicción entre fujimoristas versus antifujimoristas. Ni las derechas ni las izquierdas se renovaron por el nivel de polarización ideológica que se desató alrededor de los temas de la memoria. Las derechas e izquierdas se petrificaron en la Guerra Fría del siglo XX y el proceso de construcción de instituciones republicanas en el Perú se transformó en un camino incierto.
En cualquier caso, en los países que apostaron por el presente y el futuro, relativizando el pasado, se construyeron sociedades más integradas con mayores índices de libertad política, económica y social. A sacar las lecciones, pues.
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