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El rostro de la nueva derecha

Consecuencias del declive del fujimorismo

El rostro de la nueva derecha
Víctor Andrés Ponce
08 de febrero del 2019

 

Es evidente que el declive del fujimorismo reorganizará el escenario político del país. Por ejemplo, amainará la polarización fujimorismo versus antifujimorismo, que alentó la izquierda marxista en dos décadas de democracia. No tendrá la intensidad de antes o quizás desaparecerá. ¿Qué puede significar algo así? Que las estrategias neomarxistas que se camuflaron en una tupida red de ONGs que socavaron la autoridad del Estado con supuestas defensas de los DD.HH., que paralizaron las inversiones de cobre del país con pretextos ambientalistas, que coparon el sistema educativo con supuestas defensas del “género”, que colonizaron las entidades electorales y del sistema de justicia con “proyectos reformistas”, de una u otra manera, entrarán en cuestión.

En un escenario de ese tipo la izquierda que medró en el poder durante los gobiernos de Toledo, Humala, PPK y Vizcarra, perderá un margen de juego enorme. Ya no existirá necesidad de convocar al político profesional del antifujimorismo.

Sin embargo, el debilitamiento del fujimorismo también origina otros problemas. De alguna manera el fujimorismo fue el muro de contención del avance de los proyectos antisistema en los sectores populares. El fujimorismo fue una derecha popular, populista, que, tal como el Apra en el siglo pasado, contuvo el avance colectivista en el siglo XXI. Eso ha cambiado. Allí están los gobernadores antisistema de Puno, Moquegua, Arequipa y Junín, que desarrollan estrategias secesionistas contra el orden constitucional. La relación de los sectores populares con la política hoy, pues, resulta una interrogante.

El adelgazamiento fujimorista, inevitablemente, también posibilitará el surgimiento de una nueva derecha que sumará alianzas entre conservadores y liberales y que actuará en la sociedad, más allá de los asuntos y posibilidades electorales. En el mundo popular —en donde ahora se repliega el fujimorismo— los sectores católicos y evangélicos han comenzado un trabajo frenético de organización política laica. El gran programa movilizador de estos sectores es la lucha contra “la ideología de género”, una lucha que los políticos apenas asumen. Estos movimientos, si bien son conservadores en el tema educación-género, son abiertamente capitalistas, expresan versiones mestizas de un “Tea Party” procapitalista. De alguna manera reivindican las gestas de Trump y Bolsonaro. Alrededor de estos sectores comienzan aglutinarse conocidos políticos e intelectuales que pretenden detener la ofensiva colectivista que en el Perú, por ejemplo, ha estatizado las campañas electorales nacionales en el último referendo: los candidatos no pueden contratar publicidad privada en radio ni televisión. Ahora todo depende de la franja electoral de papá Estado.

Toda acción inevitablemente produce una reacción. La nueva derecha que empieza a surgir en el Perú, por ejemplo, es extremadamente ideológica y predispuesta a desarrollar la guerra de ideas contra todas las versiones neomarxistas, marxistas y colectivistas. Los errores del fujimorismo —por su abierta renuncia a la ideología, al programa, a la institucionalidad partidaria y la política colectiva—, de alguna forma impulsa a este ideologismo derechista, por llamarlo de alguna manera. Y la voluntad de organizarse también nace porque Keiko Fujimori y la dirigencia de Fuerza Popular hoy están encarcelados por su renuncia a organizar un partido. Nunca dejaron de ser un comité de campaña electoral. Y con el marxismo no se juega, se combate.

Al César lo que es del César. Los marxistas aglutinados en las ONG de izquierda han demostrado nervio político y sagacidad frente a la edad de la inocencia del fujimorismo. Como los viejos bolcheviques de antaño han encarcelado a sus rivales, a su competencia en los sectores populares en los últimos 20 años. Para apresar a sus adversarios utilizaron triquiñuelas legales implementadas por magistrados politizados o plebiscitarios. Sin embargo, al descabezar a Fuerza Popular nuestros neomarxistas parecen haberse quedado sin trabajo: ya no hay necesidad de contratar profesionales del antifujimorismo. Así que ¡a trabajar!

En cualquier caso el adelgazamiento del fujimorismo abrirá una verdadera Caja de Pandora. Veremos.

 

Víctor Andrés Ponce
08 de febrero del 2019

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