LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
El regreso de Acción Popular
Las posibilidades de un partido democrático
Diversas encuestas señalan que Acción Popular (AP) se convertirá en la primera mayoría relativa del próximo Congreso, seguido muy de cerca por Fuerza Popular y Alianza por el Progreso. Lo del Partido Morado estaría por confirmarse luego del reciente escándalo. Pero, ¿qué puede significar el regreso de AP? A primera vista se trataría del retorno de un partido del siglo pasado –que gobernó en dos ocasiones–, luego de que en el fujimorato se decretara el fin de “los partidos tradicionales” y el surgimiento de “una nueva política”.
En otras palabras, el regreso de AP podría expresar un debilitamiento de la polaridad fujimorismo versus antifujimorismo, que envenenó la experiencia republicana por más de dos décadas, más allá de los resultados auspiciosos de esta organización en las pasadas elecciones regionales. Otra manera de decirlo es que la gente comienza a cansarse de la mencionada polarización y busca representaciones que se mantuvieron lejos de la guerra política. Por allí podría existir una explicación.
Sin embargo, estas pinceladas sobre el regreso de AP esconden el verdadero drama que deberá resolver este partido. En primer lugar, surge una pregunta capital: ¿AP estará en condiciones de liderar una gran coalición parlamentaria para conducir la mesa directiva del Legislativo? En segundo lugar, sobre la base de esa coalición parlamentaria, ¿AP estará en condiciones de lograr el restablecimiento del equilibrio de poderes que se interrumpió con el cierre del Congreso?
Si en el partido del gran Fernando Belaunde Terry no se formulan este tipo de interrogantes, entonces no solo estarán reescribiendo una historia democrática, sino que también liquidarían todo el capital político que el electorado les parece entregar de cara hacia el 2021. No plantearse semejantes interrogantes significaría desconocer que el Tribunal Constitucional ha alterado de gravedad el equilibrio de poderes de nuestro sistema republicano, con la sentencia que constitucionaliza la “denegación fáctica de la confianza” como argumento para cerrar el Legislativo. Significaría aceptar la posibilidad de que cualquier caudillo del futuro, con apoyo de una mayoría circunstancial, altere el orden constitucional utilizando una figura inexistente en nuestra Carta Política.
Si el arquitecto Fernando Belaunde Terry se levantara de su tumba y se encontrara con esta hipotética realidad en que AP contribuye a “constitucionalizar lo inconstitucional”, en el acto recordaría el golpe militar de Velasco Alvarado que instauró la noche autoritaria y desarrolló el primer modelo económico chavista de la región. ¿Cómo entonces AP podría actuar de espaldas a su historia y sus tradiciones?
A primera vista, entonces, no parece posible que AP renuncie a restaurar el equilibrio de poderes mediante reformas constitucionales que precisen la espinosa cuestión de confianza. A primera vista también, no parece posible renunciar a designar a los miembros del Tribunal Constitucional para que le devuelvan la majestad perdida al máximo intérprete de la Constitución. Igualmente, parece lejano que un partido democrático renuncie a sus posibilidades en el 2021 para apoyar medidas que van en contra de una historia democrática.
Sin embargo, las declaraciones de los noveles políticos acciopopulistas que se presentan en estas elecciones parecen señalar que entre los militantes de hoy y los de ayer hay enormes distancias. No obstante, en campaña electoral se dicen muchas cosas, y todo resulta diferente cuando uno forma parte de una mayoría relativa en el Congreso. Veremos.
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