LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
El problema de la carrera electoral hacia el 2021
Los temas de fondo de una campaña incierta
Hoy no es exagerado hablar de la urgencia de la reconstrucción nacional luego de las elecciones generales del 2021. Y la idea de un país devastado no solo surge por los efectos desorganizadores de la pandemia en la economía y la sociedad sino, sobre todo, por los yerros políticos, institucionales y económicos que acumula la administración Vizcarra. La pandemia se convirtió en un huracán que pulverizó cualquier estrategia de información o de popularidad del Ejecutivo, al margen de la gobernabilidad: era imposible informar o desinformar cuando los muertos se sumaban y se perdían empleos.
Hoy la crisis institucional y política, y la megarrecesión en curso, se han anudado y necesitan una sola solución. Ninguna de ellas puede tratarse por separado. Por ejemplo, ¿cómo se va a resolver la destrucción institucional que han causado las llamadas “reformas constitucionales” que el Ejecutivo impulsó con el referendo? La imposibilidad de hacer publicidad privada en radio y televisión, la prohibición de reelegir a los parlamentarios y la ausencia de un Senado se han convertido en los sepulcros del sistema político. Y si hoy se señala que tenemos el peor Congreso de la historia es probable que el siguiente sea peor.
¿Cómo resolver esta tragedia institucional? El comunista propondrá una nueva Constitución, sosteniendo que la Carta de 1993 es la causante de la implosión de las instituciones. Los republicanos, los demócratas, sostendrán que se necesita una gran convergencia nacional a partir del 2021 para reconstruir el tejido institucional y político, mediante las reformas de “las reformas constitucionales”. Sin acuerdos, sin pactos, solo quedará la continuidad de la guerra y la convocatoria a una constituyente que se convertirá en el último capítulo de la guerra que han desatado las corrientes neomarxistas. El objetivo: redactar una nueva Constitución anticapitalista.
Si allí está la disyuntiva de la crisis institucional y política, entonces es evidente que allí también está la salida a la megarrecesión que enfrenta el Perú. Si las convergencias se imponen para reconstruir el sistema republicano se reafirmará el régimen económico de la Constitución y, de una u otra manera, se forzarán las reformas para relanzar el crecimiento, la inversión y el proceso de reducción de pobreza.
Sin embargo, es sumamente extraño analizar los hechos e imaginar salidas únicamente pensando en el desenlace electoral del 2021, como si en el presente no hubiese una sola posibilidad. Y es aterrador: no hay una sola posibilidad. El presidente Vizcarra solo se dedicó a confrontar, a sobredimensionar a los enemigos y a desarrollar guerras institucionales que aumentaban su popularidad, pero que sumaban cero en gobernabilidad. Ahora que es un jefe de Estado debilitado por las denuncias e investigaciones, en realidad todos se alejan de Palacio. Y ni desde el Ejecutivo ni desde el Congreso hay posibilidades de distinguir claridad. Así estamos.
Por todas estas consideraciones pensar en alternativas para la crisis solo es posible si se reflexiona en las posibilidades y programas de los 24 candidatos que pretenden llegar a la Casa de Pizarro. La mayoría de ellos es personalidades con trayectoria o no, pero sin experiencia política, sin programa y sin equipos colectivos fraguados en el quehacer público.
Sin embargo, lo más grave: ninguno de ellos hasta hoy ha anudado la crisis institucional, política y económica del país en una alternativa coherente. Entre ellos solo predomina el perfil opositor a la estrategia del presidente Vizcarra –que busca concentrar el poder y las instituciones– y se ignora la defensa del modelo consagrado en la Constitución. Grave situación porque hoy hasta el Frente Amplio disputa la cabeza de la oposición contra el Ejecutivo, pese a haber dirigido el anterior Gabinete Zevallos. Ahora todo es oposición sin defensa del modelo. ¿Quién se atreve a cambiar el curso de las cosas?
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