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El presidente Vizcarra de salida

Pandemia y recesión desatan terribles consecuencias

El presidente Vizcarra de salida
Víctor Andrés Ponce
30 de julio del 2020


Al parecer, la guerra política que Fuerza Popular inició luego de las elecciones del 2016 –y que el presidente Vizcarra llevó hasta el paroxismo, luego de la renuncia de PPK, con el referendo, la reforma apresurada de la Constitución y el cierre del Congreso (con una figura que no existe en la Carta Política)– podría amenguar significativamente. Quizá lo más importante del mensaje presidencial de Fiestas Patrias sea el anuncio de que el jefe de Estado dejará el poder y la convocatoria a un pacto. 

Al margen de la factibilidad de un pacto, político o no, los hechos y las instantáneas nos indican que el presidente Vizcarra es lo que en Estados Unidos se llama “pato rengo” (lame duck): un presidente que deja el poder, que no va a la reelección. Vizcarra es un pato rengo no solo por mandato constitucional, sino por la suma de circunstancias. Pero no es cualquier pato rengo. Es un jefe de Estado en medio de una devastación nacional que se asemeja a las consecuencias de una guerra convencional. La explosión de contagios y la letalidad del Covid dejan impresionados a cualquier observador latinoamericano, sobre todo luego de que la ministra de Salud, Pilar Mazzeti, anunciara que existe un exceso de 43,000 decesos, la mayoría por Covid. Y si a esto le sumamos la destrucción económica de la República, que significará una caída de más de 15% del PBI, la destrucción de cerca de tres millones de empleos, un déficit del 10% del PBI y una deuda pública que sobrepasará más del 35% del PBI, las palabras no alcanzan para describir la magnitud de la tragedia.

Por todas estas consideraciones es evidente que no hay estrategia política que pueda lidiar con semejante devastación. El problema es que el calendario seguirá jugando contra el Ejecutivo y, sobre todo, contra los responsables del Gabinete Zevallos. En este contexto, la situación del jefe de Estado y del nuevo Gabinete Cateriano es complicada.

Es en extremo sintomático que luego del mensaje presidencial la ministra Mazzeti empezará a sincerar las cifras. No hay estrategia política, de información ni de desinformación que pueda superar la acumulación de decesos. Tampoco el aumento de la pobreza. Hoy la realidad comenzará mandar sobre todas las variables de la voluntad política, sobre todo cuando la desgracia ha sucedido en cámara lenta: los fracasos se han visto en cada distrito, en cada provincia, en cada región, en Lima metropolitana. Nadie puede contar una película que todos hemos vivido.

Por todas estas consideraciones, las responsabilidades del presidente Vizcarra, de Pedro Cateriano (presidente del Consejo de Ministros) y de la coalición de partidos que dirige el Congreso se acrecientan con respecto a la transición política. El objetivo es simple: elecciones transparentes para lograr la quinta elección nacional sin interrupciones y salvar al tejido empresarial, el sector privado, que hoy sostiene la peruanidad frente al fracaso del Estado, de los políticos, de los burócratas y de los comunistas, que poblaron hasta hace muy poco los ministerios.

Elecciones limpias y preservación del sector privado, en realidad, deberían ser el anverso y reverso de una misma estrategia republicana. Se requiere libertad política y elecciones sin exclusión de ningún sector, pero también se necesita evitar una ola de estatizaciones anticonstitucionales –a través de control de precios y regulaciones de mercados– que aumentarían el poder del Estado y los burócratas sobre la economía y obligarían a aumentar el gasto público. Por ejemplo, la destrucción del sistema privado educativo obligaría a que el Estado amplíe su cobertura de matrícula para un tercio de los estudiantes de educación básica y dos tercios sobre la superior. ¿Cómo? Imposible. A menos que alguien piense en la venezolanización del país. 

Un Ejecutivo debilitado por la realidad y un Congreso sin definiciones frente al populismo podrían significar la fórmula perfecta para que los colectivismos impongan una salida a la actual devastación de la República, que echaría una noche de décadas sobre el país. Evitar ese escenario es el arte de la buena política.

Víctor Andrés Ponce
30 de julio del 2020

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