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El peligro de la ingenuidad política

La estratagema del núcleo de Palacio

El peligro de la ingenuidad política
Víctor Andrés Ponce
26 de octubre del 2018

 

Existen diversos sectores que consideran que la evolución de la coyuntura solo tiene que ver con los yerros acumulados por Fuerza Popular. Claro que la principal responsabilidad de esta situación corresponde a la mayoría legislativa, una fuerza que renunció a liderar las reformas y a transformar el país, no obstante que tuvo los votos para hacerlo. La renuncia a transformar la sociedad y otros errores (como la Ley Mulder, el exacerbado perfil opositor y el sectarismo) explican esta situación. Pero sería un gravísimo error creer que todo proviene de Fuerza Popular, que el intento de lanzar a las masas contra un sector de la sociedad es un hecho espontáneo.

La histeria de una coalición mediática anti mayoría legislativa y anti Pedro Chávarry en la Fiscalía de la Nación, los ataques violentos (físicos) contra congresistas del Perú y la virulencia en las redes sociales —en donde IDL-Reporteros y el antiguo aparato nadinista (hoy reciclado desde Palacio) pretenden eliminar a cualquier librepensador, a los disidentes de esta unanimidad, que empieza a asfixiar— no son hechos espontáneos. ¿Por qué? Estos acontecimientos suceden cuando se anula el indulto de Alberto Fujimori y se pretende encarcelar a Keiko Fujimori, abusando del derecho y violando el principio constitucional de la presunción de inocencia y el debido proceso. El objetivo: pulverizar a la mayoría legislativa para avanzar a controlar instituciones fundamentales en la República: Fiscalía de la Nación y Tribunal Constitucional, por ejemplo.

Pero, ¿cómo pueden suceder estas cosas en una democracia que acumula dos décadas de continuidad? Es incuestionable que en Palacio de Gobierno se ha instalado un núcleo de marxistas sin partido que ha logrado convencer al presidente Vizcarra de apretar el acelerador de la popularidad para tentar la posibilidad del 2021. Este núcleo suele negar abiertamente su presencia en Palacio, reeditando el viejo libreto caviar de participar en todos los gobiernos y criticarlos cuando estalla la corrupción, levantando la barbilla y asumiendo el gesto de decentes.

¿Estamos exagerando las cosas? Si hubiese una opción institucional y democrática, el Perú estaría enrumbando a un referéndum con acuerdos y entendimientos entre Ejecutivo y Legislativo, sobre todo luego del retroceso general y desordenado del Congreso. La consulta popular de diciembre, por el contrario, se convirtió en un nuevo capítulo de una guerra cuando Vizcarra dijo sí a la reelección congresal, pero no a la bicameralidad. La tan ansiada reforma política, pues, no le interesa al jefe de Estado. El problema es cómo se arrincona al Congreso y se destruye a la mayoría legislativa.

Si hubiese una opción promercado, proinversión y crecimiento en Palacio, entonces la República no estaría en vilo por estas tensiones autodestructivas entre Ejecutivo y Legislativo, que solo ralentizan el crecimiento y ahogan a los mercados, organismos vivos que solo respiran información pública. Es incuestionable que al núcleo que rodea al jefe de Estado no le interesa la democracia o el mercado. Si hubiese un núcleo democrático todo sería diferente: la reforma judicial y política convocarían a la unidad de los peruanos y, utilizando su respaldo popular, Vizcarra buscaría la manera de reconciliar a todos los sectores. Sin embargo, el Ejecutivo solo quiere dos cosas: popularidad y control de instituciones.

No obstante, algo comienza a fallar en el plan autoritario, pese a las situación judicial de la cúpula fujimorista. Todo indica que, a pesar de la dureza de los embates, Fuerza Popular sigue manteniendo su condición de mayoría legislativa y no parece dispuesta a entregar la cabeza de Pedro Chávarry, quizá recordando que en el 2000 cedió en todas las líneas y al final casi todos los líderes fujimoristas terminaron perseguidos judicialmente. Y algo más: se viene el deslacrado del informe Lava Jato que, según diversas versiones, se convertirá en una bomba nuclear en contra de las administraciones de Toledo, Humala, PPK y Villarán, así como de los grandes bufetes de abogados, los dueños de algunos medios y casi todos los sectores que hoy botan espuma por la boca clamando por la cabeza de Chávarry.

Si a pesar de todas las estratagemas de los sectores marxistas por asumir el control del Estado las instituciones se mantienen, se preserva el equilibrio de poderes y el control del poder en general, entonces la República, que acumula dos décadas de existencia, habrá superado la prueba más dura a la que se somete a las democracias. Nuestra República quizá se habrá convertido en adulta. Veremos.

 

Víctor Andrés Ponce
26 de octubre del 2018

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