LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
El nuevo empresariado que asoma
Entre los nuevos héroes de la guerra contra el Covid-19
Al lado de los médicos y personal de salud, la policía y los integrantes de nuestras Fuerzas Armadas, y el personal de servicios de ministerios, regiones y municipios, en el Perú está surgiendo un nuevo protagonista de la crisis: el empresariado. Ni en la Independencia, ni en la Guerra del Pacífico, ni en la lucha contra el terror senderista, hubo en el Perú un tejido empresarial tan poderoso, al margen de la extendida informalidad.
Sucede que ese empresariado, que suele guardar perfil bajo, está protagonizando el mejor capítulo de filantropía y solidaridad de nuestra historia. Y es que una regla de la historia universal es que los ricos de cualquier sociedad luchan con uñas y dientes para preservar a la sociedad que les permitió prosperar. A diferencia de los verdaderos empresarios, los mercantilistas suelen defender al Gobierno de turno o a la coalición –no a la sociedad– que les posibilitó prosperar.
En el Perú, bajo las reformas desreguladoras de las últimas tres décadas ha surgido el empresariado más poderoso de nuestra historia y, por cierto, plenamente competitivo a nivel mundial. Frente a la pandemia del Covid-19 ellos han movilizado ingentes recursos, con extraordinaria rapidez frente a los yerros e ineficiencias del Estado. Por ejemplo, se ha comprado 140 respiradores (incrementando en 50% la capacidad del Estado), se donarán 500,000 kits para desarrollar pruebas para detectar el Covid-19 y se participa activamente en la construcción de respiradores nacionales; además, la industria alimentaria distribuye canastas de alimento en las zonas pobres de Lima, y las empresas pesqueras han distribuido ayuda social por S/ 5.7 millones y 121,000 kilos de alimentos en la zona costera para beneficiar a 245,000 personas. A eso se suma la entrega de más de S/ 100 millones en ayuda social a las zonas pobres.
La lista de la solidaridad y filantropía es interminable. Y es que solo las unidades económicas que tienen ganancias pueden ejercer la solidaridad. Los pobres sobreviven y se arranchan los restos de los mercados. Así pasa en Venezuela y sucedió, por ejemplo, en los ochenta en el Perú. De otro lado, la empresa privada garantiza el abastecimiento de la cadena alimentaria de las ciudades y de los peruanos. ¿O no?
Pero eso no es todo. Los recursos fiscales y las posibilidades de inyectar liquidez del Estado a la economía y la sociedad, para enfrentar la aterradora recesión que se viene, ¿de dónde provienen? ¿De las empresas estatales que, por ejemplo, gastaron más de US$ 5,000 millones en la modernización de la Refinería de Talara, un verdadero elefante blanco? ¿Acaso del aporte de los sindicatos y las oenegés? Claro que no. Más del 80% de los ingresos fiscales provienen del sector privado. Y si no hay un sistema de salud poderoso es porque se gastó mucha plata en planillas innecesarias y consultorías frívolas, y se crearon muchos ministerios, siguiendo determinadas agendas ideológicas.
El empresariado peruano es el pilar en el que se apoya el Perú en este terrible momento para la peruanidad. De allí que los colectivistas cuando señalan que las empresas deben mantener las planillas de sus trabajadores, sin que ellas puedan producir ni vender, en realidad están jugando a la ideología. Pretenden liquidar el sector privado para que regresen las empresas estatales y se desate una tragedia como en Venezuela, país que debe implorar un préstamo al FMI –negado a rajatabla por la irresponsabilidad fiscal de ese país– para enfrentar la pandemia del Covid-19.
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