El juego de apelar al “soberano”

Si bien el domingo el presidente del Consejo de Ministros, César Villanueva, precisaba que la idea de un referéndum no era inevitable si es que el Congreso procesaba las reformas con la urgencia necesaria, la idea de apelar al “soberano” por encima de las instituciones estaba sobre la mesa gracias al mensaje presidencial.

En este contexto, leer las opiniones en los medios luego del discurso presidencial, simplemente causa preocupación. Verónika Mendoza, lideresa de Nuevo Perú, coincide con la mayoría de esos medios y celebra la propuesta del referéndum anunciado por el presidente Vizcarra. Una coincidencia que no es usual, ¿no es verdad?

El Perú es un hervidero de pasiones que enceguece a todos (incluido al suscrito). Ya no se trata de enfrentar a la corrupción y reformar instituciones. La democracia y los espacios institucionales se han convertido en una guerra sin cuartel, en la que un sector pretende eliminar al otro. Antes de la renuncia de Kuczynski se decía que Keiko Fujimori tenía sangre en el ojo. Y algo de verdad había en la afirmación, con los matices necesarios. Luego de la dimisión de PPK todos parecen tener sangre en el ojo y van por la revancha: el cierre del Congreso y el adelanto electoral.

La propuesta del referéndum del presidente Vizcarra, en vez de organizar una salida institucional, le echa un guiño terrible a la calle, al “soberano” —como dicen los intelectuales de izquierda—, que puede terminar desatando una crisis de gobernabilidad que lo podría devorar a él, al Congreso y a los medios. La idea de un Ejecutivo y un Legislativo enfrentados alrededor de las preguntas del referéndum, o de la pertinencia de convocarlo, simplemente es una manera de convocar a las masas. No de los 5,000 o 10,000 muchachos que salen a marchar por el cierre del Legislativo, sino de un posible “momento constituyente”; es decir, una circunstancia en que se van todos y se organiza una salida con una nueva Constitución (anticapitalista). El asunto empieza a crecer y todos seremos responsables si algo así sucede. Pero el presidente Vizcarra ha echado leña y combustible a la hoguera con su propuesta de referéndum.

Según el manual leninista, una situación revolucionaria se caracteriza por una crisis en las alturas y una irritación general de la ciudadanía (en el Perú no hay crisis económica). Si el Ejecutivo vuelve a trenzarse con el Congreso, luego de la renuncia de un jefe de Estado, entonces no solo hay crisis, sino un desmadre general y sin control. El anuncio de Vizcarra sobre el referéndum puede desatar esa situación.

En esta hoguera de pasiones en que se ha convertido la política en el Perú, la mayoría de los actores tiene sangre en el ojo. Algunos ya curaron los daños en el órgano visual. Sin embargo, los únicos que parecen entender cuáles son sus objetivos e intereses son aquellos que tienen proyectos antisistema. Estos sectores solo buscan el “momento constituyente”, la llamada “refundación de la República”.

De alguna manera, los militantes del antisistema se han sentado en el balcón y contemplan extasiados cómo la derecha se saca las entrañas y avanzan las estrategias de un Gran Hermano —que financian las ONG periodísticas, antimineras y progénero, y que incluso ya tiene candidato presidencial—, mientras observa la desesperación de una coalición mediática que golpea a tontas y locas por la ley de publicidad estatal.

En un momento revolucionario las minorías asaltan el poder, en medio de la indiferencia de una mayoría silenciosa. Así sucedió en la Rusia zarista, en Venezuela y en Bolivia. Los bolcheviques rusos eran la minoría de las minorías en un país de 100 millones de habitantes. Se quedaron casi todo el siglo XX. La única manera de detener esta tendencia tanática es demostrar que en el Perú la mayoría silenciosa no está por la autodestrucción que promueve esa corriente. De lo contrario la constituyente podría estar a la vuelta de la esquina.