LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
El Ejecutivo y el equilibrio de poderes
La urgencia de los contrapesos institucionales
En medio de estallidos sociales de todos los países vecinos, ya sea por la derecha o por la izquierda –se acaba de sumar Venezuela, más allá de las distancias–, el Perú necesita con urgencia recuperar el equilibrio de poderes que se canceló con el cierre inconstitucional del Legislativo. El presidente Vizcarra acaba de descender 19 puntos en popularidad y el hecho puede ser interpretado como la vuelta a la normalidad o el inicio de una peligrosa erosión. En cualquier escenario, la continuidad de las instituciones republicanas en el país demanda restablecer los contrapesos hoy inexistentes.
El triunfo de un sector mayoritario en la polarización sobre la llamada minoría “fujiaprista”, posiblemente se convirtió en la válvula de escape que canalizó las irritaciones sociales. Funcionó el relato acerca de que el Congreso era “la suma de todos los males”. Otra interpretación quizá tenga que ver con que, en el Perú, los estallidos sociales no son posibles porque aquí se han patentado todas las tragedias latinoamericanas: la economía chavista con el velascato, el autoritarismo bolivariano con el fujimorato, y el terrorismo regional con Sendero. En nuestro país pasó de todo y ya no es fácil, por ejemplo, un trabajo y una prédica como el de la izquierda chilena.
De allí la importancia de que la agenda política del país supere la envilecedora polaridad fujimorismo versus antifujimorismo, la extrema judicialización de la política y otros factores que tensan a nuestras instituciones. Y quizá la única manera de desarrollar una nueva agenda pase por restablecer el equilibrio de poderes. Las elecciones del próximo Congreso en el 2020 son una excelente oportunidad. El solo hecho de que se instale el nuevo Legislativo, en el acto diluirá la polarización fujimoristas versus antifujimoristas, habida cuenta de que lo más probable es que la nueva mayoría parlamentaria represente un conglomerado de partidos, desde el centro hasta la derecha.
Si el Congreso retoma sus funciones –como, por ejemplo, designar a los nuevos miembros del Tribunal Constitucional (institución clave para los equilibrios institucionales)– y empieza a desarrollar un paquete de reformas consensuadas, casi por inercia el Ejecutivo se verá obligado a retomar todas las funciones de gobierno. Sin enemigos a los cuales golpear, con agendas conversadas, Palacio se quedará con la reconstrucción del norte, el crecimiento económico, la seguridad ciudadana y todas aquellas reformas vinculadas al relanzamiento de la economía.
También existe la posibilidad de que el Ejecutivo opte por el camino fácil. Es decir, frente a la caída en popularidad pretenda seguir pechando al Congreso para intentar cosechar y persista en la idea de que el Gobierno es el gran reformador de la Constitución. Si las cosas van por allí, todo dependerá de la capacidad de respuesta de los nuevos actores del Congreso. Es decir, del surgimiento de nuevos líderes y rostros opositores que contrapesen las estrategias del Ejecutivo.
En cualquier escenario, Vizcarra sufre la paradoja de su victoria. No tiene enemigos al frente y la única manera de continuar con popularidad, al parecer, será dedicarse a gobernar. Algo más. Contemplando el vecindario y los estallidos de masas, es evidente que los peruanos de buena voluntad debemos rescatar ese principio de la política que dice: con razón, con ventaja y sin sobrepasarse. Caminamos al borde de un abismo.
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