LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
El efecto Evo
El impacto sobre las izquierdas regionales
La manera cómo fue derrocado Evo Morales, por haber perpetrado un fraude electoral que reconoce la Organización de Estado Americanos (OEA) y la propia empresa contratada para desarrollar una auditoría por el Tribunal Electoral, tendrá un efecto devastador en las izquierdas de la región. El motivo: “el modelo boliviano” tenía un aura que lo encumbraba por encima de la tragedia venezolana, que ha lanzado a más del 60% de la población llanera debajo de la línea de la pobreza.
El modelo de Evo combinaba triunfos electorales con ciertos resultados económicos: la economía crecía por encima del promedio de la región y la macroeconomía parecía ordenada. Sin embargo, el fraude acabó con la imagen de un líder imbatible en las justas electorales y destapó una economía que era una verdadera bomba tiempo. Este año el déficit fiscal debe bordear el 9% del PBI y la deuda boliviana se ha disparado. Pero la noticia también ha permitido conocer el tamaño de la economía altiplánica: solo cerca del 20% del PBI del Perú y un ingreso per cápita de alrededor del 40% del peruano.
Todos estos hechos, por ejemplo, deslucen y le quitan fuerza a la insurrección colectivista chilena, que le ha doblado la mano al presidente Piñera con la convocatoria a una asamblea constituyente. Igualmente, desarma a todos los sectores anti inversión del sur del Perú que, en coordinación con el Grupo de Puebla, se habían propuesto convertir el sur peruano en un gran ensayo político que conectaría la distribución del gas boliviano subsidiado con una estrategia particular para controlar el cobre de esa área de nuestro país.
No hay, pues, proyecto colectivista en la región que pueda mostrar resultados. A la tragedia venezolana se suma el desastre boliviano y, de una u otra manera, las izquierdas latinoamericanas enfrentarán una disyuntiva: o se atrincheran en el pasado y erigen a Cuba como el modelo o se alejan del colectivismo, del estatismo, y comienzan a adquirir otras fisonomías.
En el ajedrez latinoamericano la sorpresa tiene que ver con Chile. El buque insignia del modelo liberal parece naufragar porque en cuatro de décadas de crecimiento no se construyó un nuevo Estado capaz de proveer mejores servicios en salud y educación, frente a la oferta cada vez más eficiente del sector privado. Pero también la economía de mercado en Chile hace agua por el impresionante trabajo cultural e ideológico de la izquierda y la molicie de una derecha que creía que el fin de la historia había llegado.
Sin embargo, al margen de la excepción chilena, el derrocamiento de Evo, de una u otra manera, deja en cueros a los proyectos colectivistas y todas sus limitaciones. Y la lección es simple: el estatismo que encumbra al Estado sobre el sector privado no tiene nada que mostrar en la región. Tampoco tuvo que mostrar nada en el siglo pasado ni a lo largo de toda la historia.
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