LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
El Covid-19 desafía nuestra humanidad
Población de la tercera edad es blanco predilecto del virus
A pesar de las victorias y derrotas parciales y pese a la elección de nuevo Congreso, antes de la amenaza del Covid-19 (coronavirus), el Perú continuaba sumergido en una guerra política que se expresaba en la extrema judicialización de la política. Allí estábamos cuando apareció el caso cero del coronavirus y el Ejecutivo asumió medidas audaces –cierre de fronteras, estado de emergencia, cuarentena social y el polémico toque de queda– que convocaron la unidad nacional.
Y la pregunta inevitable emergió: ¿cómo era posible la unidad nacional en un país con tantos enconos, con una guerra ideológica sin cuartel que desarrolla la izquierda, a semejanza de España y Chile? El Ejecutivo no tuvo oposición porque las izquierdas, de una u otra manera, tienen frecuencias y cables con Palacio. Sin embargo, explicar la unidad nacional –que comienza a convertirse en fervor– en la lucha contra el Covid-19 a partir de nervios políticos e ideológicos puede ser un ejercicio fútil.
¿Por qué? Por la sencilla razón de que el mundo –no obstante algunas cegueras ideológicas– comienza a sentir la pandemia del coronavirus como una amenaza a nuestra propia humanidad y a las posibilidades del homo sapiens en el planeta. ¿A qué vamos? Uno de los logros mayores de la civilización era el incremento de la esperanza de vida gracias a las eficiencias de los sistemas de salud, el avance de las ciencias (estudios de los gérmenes y vacunas), la nutrición y todos los componentes del bienestar. Las cosas iban tan rápido que el deseo de alargar la vida nos impulsaba a la producción de los llamados alimentos orgánicos.
Emergían otros problemas para la sociedad, como el estallido de los sistemas previsionales y de salud estatales, porque en el futuro habría más jubilados que trabajadores activos que aporten. Una consecuencia inevitable del incremento de la longevidad. Bueno, todos esos logros se vinieron abajo con la aparición del Covid-19. El casi holocausto que se contempla en Italia, en donde se selecciona a los pacientes más jóvenes para ingresar a las unidades de cuidados intensivos (UCI), mientras se descarta a los ancianos porque no tienen posibilidades de sobrevivir, remece todas las fibras de nuestra humanidad. Seguimos siendo tan vulnerables como los primeros sapiens.
Sin embargo, siglos de civilización, de cristianismo y de monoteísmo en general, antes que homo sapiens hoy nos convierte en humanos que rechazan el utilitarismo eugenésico que practicaron los hombres en la antigüedad, y que llegó al paroxismo durante el holocausto nazi. En tiempos del Imperio Romano las pestes diezmaban a la población y los paganos escapaban abandonando a sus enfermos, sin importar si eran sus padres, hijos o hermanos. Muy por el contrario, los primeros cristianos permanecían con sus enfermos hasta el final. En esa nueva ética estaría el germen de la predominancia cristiana posterior en Occidente.
Hoy que el coronavirus avanza diezmando, sobre todo, a nuestros ancianos, nuestra condición humana se pone a prueba. Ni los debates sobre el Estado, el mercado, ni los enconos acumulados por la judicialización de la política, entonces, pueden detener la convergencia hacia la unidad nacional, tal como lo empezamos a percibir. El asunto es más grande que nosotros.
Hoy existe un bien mucho más grande que preservar para evitar la disyuntiva que enfrentaron paganos y cristianos durante la antigüedad. De allí quizá provenga la unidad nacional que se levanta alrededor del estado de emergencia y la cuarentena social.
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