LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
El centro y el equilibrio de poderes
La necesidad de contener al polo radical
La conformación del nuevo Congreso ha desatado una justificada corriente de opinión pesimista en la oposición, que sostiene –más o menos– lo siguiente: el nuevo Legislativo está tan fragmentado que no podrá restablecer el equilibrio de poderes y, por lo tanto, el Ejecutivo seguirá imponiendo su agenda particular. Allí están las rondas de conversaciones con Palacio, antes de que entreguen las credenciales a los parlamentarios. Esta opinión tiene una racionalidad que no se puede negar.
Sin embargo, también hay un enorme espacio para un optimismo ancho y ajeno. Las elecciones han terminado con la polarización fujimorismo versus antifujimorismo, que escondía las reales contradicciones del país. Si bien un sector de la izquierda pretende seguir judicializando arbitrariamente a un sector de la oposición, el hecho de que el antaurismo, el frepapismo y el frentamplismo hayan irrumpido en la escena del país, en medio de una devastadora fragmentación política y una profunda crisis de representación, plantea una nueva contradicción contra el bloque antisistema que pretende “un nuevo orden constitucional”.
El Perú oficial, los medios de comunicación y las élites mesocráticas, consideran que no hay amenaza nueva bajo el sol y que todo se puede manejar y envolver con “estrategias de comunicación” y las candidaturas presidenciales del 2021. Sin embargo, en el Ejecutivo –con más contactos en el interior–, al parecer no se comparte la misma displicencia. Quizá por eso, en un acto desesperado luego de las elecciones, el jefe de Estado anunció que el proyecto Tía María no iba durante su gestión. Era una “bandera blanca” para el sur del Perú, que se había pintado con los colores de Antauro Humala.
Si no convence el antaurismo antiminero en el sur, imaginemos cómo serán ahora las oposiciones a las cuestiones de género de parte del Frepap, el antaurismo y algunas corrientes conservadoras. Me atrevo a señalar que se extrañará en extremo la ponderación de nuestro Cardenal Juan Luis Cipriani –que solía buscar diálogos entre el Ejecutivo y la oposición– y las marchas pacíficas de Con Mis Hijos no te Metas.
Algo ha sucedido, pues, en las representaciones políticas que nos indica que ha surgido un polo radical que pretende representar a las sociedades informales, al mundo emergente, frente a la indolencia de la élite mesocrática nacional. Si surge un polo radical frente al Ejecutivo, entonces, la tendencia natural de partidos como Acción Popular, Alianza para el Progreso, Fuerza Popular y Somos Perú será desarrollar plataformas y levantar banderas para disputar la base social de ese polo radical. La única manera de organizar una estrategia victoriosa hacia el 2021. Sin embargo, semejante posicionamiento no será posible sin oposición al Ejecutivo y al oficialismo, que entran una fase marcada de desgaste.
Si las cosas se presentan de esta manera, en el Perú habrán surgido las condiciones para un centro que se proponga defender la Constitución de 1993 frente al antisistema, y que denuncie el abandono del Ejecutivo de las principales responsabilidades en la gobernabilidad: crecimiento, seguridad ciudadana, reconstrucción del norte, entre otras.
El surgimiento de un centro político, inevitablemente, estará vinculado al restablecimiento del equilibrio de poderes. El solo hecho de que emerja un centro es una manera de restablecer el equilibrio. Pero es evidente que la necesidad de preservar la inmunidad parlamentaria y el papel fiscalizador del Congreso frente a las demás instituciones son asuntos claves que definirán si se delinea o no una propuesta centrista.
Vista las cosas así, todos los caminos parecieran conducir a una salida centrista en el 2021. Ojalá, por el bien del Perú.
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