LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
El autoritarismo avanza, pero…
El futuro del vizcarrismo bajo la lupa
Es evidente que Martín Vizcarra consolida su Gobierno de facto con la designación del Gabinete ministerial —encabezado por Vicente Zeballos—, y el hasta ahora no desmentido respaldo de las Fuerzas Armadas y el apoyo de un sector considerable de la población. El análisis no puede desconocer los hechos. Esta impresión se refuerza con el desconcierto con que empieza a actuar la oposición, tanto en el Congreso como en la respuesta en las calles. De alguna manera, todos estos sectores creyeron que la oposición a Vizcarra solo debía realizarse en los recintos del Congreso, y renunciaron a organizar formaciones partidarias de más largos plazo, en base a programas, ideologías y sistemas de democracia interna.Esa enorme debilidad hoy cuesta demasiado.
Con el control total del Estado, del poder coercitivo y de los recursos económicos del fisco, Vizcarra empieza a aparecer como el ganador. Pero el problema del presidente de facto es que el dia de hoy no tiene a quien culpar de los problemas de la gobernabilidad, de la lentificación del crecimiento económico, de la falta de inversión, de la interrupción del proceso de reducción de pobreza, de los retrasos en la reconstrucción del norte y de la creciente ola de inseguridad ciudadana. No hay nadie a quien cargarle el bulto. El Congreso no está al frente para convertirse en un punching ball al cual golpear cada cierto tiempo con objeto de levantar popularidad y esconder la falta de responsabilidad en el cumplimiento de las tareas de Gobierno.
Esa es la paradoja de la aparente victoria de Vizcarra: gana para perder. Todo parece indicar que en muy poco tiempo se correrá el velo que ha venido escondiendo la crisis de gobernabilidad en la que estaba sumergido el Perú. Vizcarra se dedicó a hacer la guerra al Congreso (ante los numerosos errores acumulados por el Legislativo), y en la práctica, abandonó absolutamente casi todas las responsabilidades del Gobierno.
En ese sentido, el golpe de Estado que hoy contemplamos es una especie de versión blanda del de 1992. Si bien todo proyecto de dictador debe ser condenado y rechazado, resulta incuestionable que detrás del 5 de abril había enormes hechos económicos, sociales y políticos que le daban hasta un cierto aire trágico a la situación: la hiperinflación por la crisis económica de un modelo estatista y colectivista, y la amenaza del terrorismo senderista que controlaba una tercera parte del Perú. Hoy, tras el asalto plebiscitario de la República que ha impulsado Vizcarra no parece haber nada con visos de tragedia. Tenemos todavía un país organizado pese al abandono de las responsabilidades del Estado. Por eso, toda esta crisis política tiene más bien un tono de comedia, que de alguna manera presagia la brevedad del proyecto autoritario del vizcarrato. Ojalá no nos equivoquemos.
Quienes hacemos análisis político lidiamos con frecuencia con el fracaso, con el yerro.. Y como observadores, a veces nos es difícil entender la naturaleza de los políticos. Vizcarra ha utilizado todas las artes, buenas y malas, de la política para ganar este enfrentamiento. Y a la oposición le ha faltado la malicia del poder.
COMENTARIOS