LA COLUMNA DEL DIRECTOR >
Detengamos la polarización
Es deber de todos garantizar continuidad de la democracia
Desde este portal hemos señalado que el intento de inhabilitar al ex presidente Alan García por una mayoría circunstancial en el Congreso es un claro reflejo autoritario del oficialismo que fomenta las suspicacias de que, dependiendo de las correlaciones políticas, se podría actualizar una eventual candidatura presidencial de Nadine Heredia. No hay otra explicación para semejante yerro. Sin embargo, también es necesario poner algunos puntos sobre las íes en la polarización política que parece avecinarse con la cercanía de las elecciones subnacionales y nacionales. Los niveles de desaprobación del jefe de Estado aventuran a algunos a hablar de posibles crisis de gobernabilidad. Nadie en su sano juicio puede apostar por un escenario semejante para el “milagro económico peruano”, tal como todavía califican al país en el mundo.
Ayer el ex presidente García lanzó un furibundo tuit que se convierteen navaja que corta una yugular. El tuit dice lo siguiente: “¿Gran transformación o Gran corrupción? Cocaleros, narcoaviones, mineros ilegales, Chavez, Santos y Alvarez financiaron a Humala”. El objetivo es claro. Lanzar toda la artillería contra la pareja presidencial por haber dado luz verde a la votación del informe de la “megacomisión” del Congreso que busca inhabilitar la candidatura aprista. Como líder opositor, como jefe político del aprismo, García se está defendiendo, está usando uno de los pocos recursos que le deja el intento autoritario de vincularlo con una “supuesta organización criminal que otorgaba indultos”. Cualquiera en el pellejo de García actuaría igual o a lo mejor peor.
Sin embargo no se trata de un problema personal, sino de un asunto de Estado. Imaginemos, por un momento, que las cosas que deja entrever García en el tuit se confirmaran como ciertas. Es evidente que afrontaríamos una crisis de gobernabilidad que amenazaría la misma continuidad del régimen democrático. De allí que cualquier juego de palabras al respecto debería dejarse de lado, porque la persistencia de la democracia es un asunto de Estado, a menos que haya pruebas irrefutables. Otra cosa diferente no es responsable.
El gobierno de Ollanta Humala es como una camioneta que se ha salido de la carretera y sigue traqueteando a campo abierto, pero todavía está en la ruta. Ya habrá tiempo para el balance histórico por el terrible frenazo económico al que, inevitablemente, parece dirigirse el Perú por los juegos frívolos de la pareja presidencial (reelección conyugal, intento frustrado de comprar la Pampilla, repartija y otras perlas), pero ahora solo nos queda apostar por la gobernabilidad y remar con todas nuestras fuerzas para llegar al relevo constitucional del 2016.
Así como el nacionalismo tiene demasiado que ver con la polarización que comienza a crecer, el aprismo también pone su combustible de alto octanaje, pero, igualmente, el fujimorismo carga una gigantesca responsabilidad. Si los seguidores de Keiko pusieran las cartas sobre la mesa diciendo que en democracia no se puede inhabilitar a un candidato en carrera, probablemente los arrestos autoritarios de Palacio se esfumarían. En ese contexto, la política se oxigenaría y todos los esfuerzos se concentrarían en detener la desaceleración económica, recuperar la confianza de los inversionistas y relanzar el crecimiento que ha arrinconado a la pobreza y la desigualdad como nunca antes en nuestra historia.
Los teóricos de las instituciones sostienen que, a diferencia de los organismos biológicos, la longevidad institucional vuelve a las instituciones más fuertes que nunca. Pero la vejez de las instituciones, generalmente, se alcanza en democracia, donde no existen los caprichos de una dinastía. Y para que nuestra democracia envejezca tenemos que llegar al cuarto proceso electoral sin interrupciones y cancelar el maleficio del siglo pasado que nos condenaba a dos gobiernos democráticos y otros dos de dictadura.
Por Víctor Andrés Ponce
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